EL MISIONERO ALBERTO SERRANO COTORÉ (1942-1998)

 

Cuando hace aproximadamente un año buscaba información en internet sobre el sacerdote gallurano Antonio Manero Borao encontré una interesante biografía publicada por la Comunidad Salesiana de Huesca. En el primer párrafo de esta biografía aparecen estas líneas que lo definen muy bien:

“Tras 70 años de vida religiosa y más de 60 de ministerio sacerdotal, Antonio dejaba tras de sí el testimonio vital y apasionado de un hombre de fe. Intelectual y educador, generoso y luchador, tenaz y poeta…”

Por si alguien quiere saber más sobre su vida en este enlace se puede leer el texto completo: http://alumnidbm.cat/documents/Antonio%20Manero_CartaM.pdf

El Centro de Estudios Galluranos le dedicó una entrada el dos de marzo de 2019 que podéis leer aquí https://cesgallur.net/2019/03/02/antonio-manero-borao/

Tras este importante hallazgo sentí curiosidad por conocer algo más sobre la vida de otro sacerdote del que solo sabía que había muerto en África donde era misionero. Algunas veces lo veíamos por Gallur cuando venía a visitar a la familia y para mí era una persona discreta y más bien seria. Un familiar suyo me habló de que se había publicado un libro sobre él y, como no podía ser de otra manera, me puse a buscar rápidamente y encontré su biografía publicada en 2018 y presentada en Cabezo de Torres (Murcia) el 22 de marzo de 2019. Hice cómplice de mi deseo de conseguir el libro a nuestro paisano Adolfo Navascués Gil que reside muy cerca de esa pedanía de Murcia, y rápidamente se puso en contacto con el autor del libro. En dos días recibí un ejemplar dedicado por Juan Vivancos Antón, el autor, y con unas emotivas palabras de agradecimiento por haber demostrado interés por la vida de Alberto, alguien muy querido y que dejó una profunda huella en Cabezo de Torres.

La lectura de este libro también me aportó sorprendentes datos, desconocidos, creo, para la mayoría de galluranos y que me gustaría compartir.

Alberto Serrano Cotoré nació en Gallur el 26 de febrero de 1942, hijo de Lino Serrano y Mercedes Cotoré, y tenía su hogar en la plaza de España nº 8. Estudió en el Grupo Escolar de Gallur y en 1954 entra en la Casa Salesiana de Huesca para iniciar el Aspirantado. Esta decisión la tomó tras conocer al sacerdote Antonio Manero, su influencia despertó la vocación de Alberto y le llevó a iniciar estudios para ser salesiano.

Tras pasar por diferentes centros terminó su preparación en Valencia donde fue ordenado sacerdote el 8 de febrero de 1969. Ese mismo año celebrará su primera misa solemne en las fiestas San Pedro de su  pueblo natal. En el programa de fiestas podemos leer:

“A las ocho Misa de Comunión, y a las diez solemne Procesión Tradicional. A continuación celebrará su primera Misa solemne en la Parroquia el Rvdo. don Alberto Serrano Cotoré, en la que cantará las glosas del sacerdocio católico el hijo de esta Villa don Antonio Manero.”

Complementó su formación religiosa con otros estudios, Alberto era maestro nacional, diplomado en francés y tenía licencia de radioaficionado.

Sus destinos después de ser ordenado sacerdote fueron: Cabezo de Torres desde 1969 a 1979, La Almunia de doña Godina de 1979 a 1981, Sikasso en Malí de 1981 a 1985, Bamako de 1985 a 1996 y por último regresó a Sikasso en 1996 hasta su fallecimiento en 1998.

Su paso por el colegio Don Bosco de Cabezo de Torres (Murcia) dejó una profunda huella. Su primera tarea encomendada como Consejero no era fácil; sin embargo, supo cuidar de los alumnos con exigencia pero sin dureza. Durante los diez años que permaneció en el colegio impartió clases de francés y de inglés y también fue jefe de estudios. La facilidad de conectar con los jóvenes le llevó a poner en marcha el Centro Juvenil Salesiano en 1972, conocido popularmente como “El Club”, donde desarrollaban actividades religiosas, culturales, sociales y deportivas. Los testimonios recogidos por el autor de la biografía explican cómo fueron los comienzos. Para empezar tuvieron que acondicionar el local del antiguo comedor del colegio. Las actividades que se organizaban eran variadas: revelado de fotografía, excursiones, campeonatos de fútbol, ping-pong, ajedrez, baloncesto, teatro, cine, canto, edición de una revista juvenil, bailes, comparsa de carnaval, etc. El discoforum fue una actividad novedosa de descubrimiento de la realidad a través de intérpretes como Víctor Jara, Joan Baez, Violeta Parra, Triana, Jarcha…, prohibidos algunos durante la dictadura de Franco. Los mensajes reflejados en sus canciones ayudaron a muchos jóvenes a reflexionar sobre importantes cuestiones sociales. La celebración de la misa a veces era en la iglesia, pero otras en la biblioteca del Club, bajo unos pinos, junto a un arroyo o en la playa. Supo compaginar el entretenimiento y la formación con jornadas de convivencia y actividades de crecimiento espiritual.

También fue coadjutor parroquial en el barrio de María Auxiliadora. Realizaba misa en el porche de una casa porque todavía no contaban con iglesia. Alberto se desplazaba en un viejo ciclomotor para visitar y llevar la comunión a enfermos y ancianos. Los alumnos y vecinos lo recuerdan como una persona optimista, alegre y con buen sentido del humor.

En 1979 Alberto deja Cabezo de Torres y se instala en la Almunia de doña Godina para poder estar más cerca de su madre. El contacto con jóvenes del internado y como jefe de estudios del centro de formación profesional que los salesianos tienen en esa localidad fue una continuación de su labor anterior. Los testimonios vuelven a hablarnos de su cercanía, naturalidad, humildad y simpatía. Una anécdota que recuerdan algunos alumnos es que abría las clases cantando, muchas veces, jotas aragonesas.

En 1981 fallece su madre y Alberto se ofrece voluntario para ir de misionero a Mali. Es seleccionado, junto con otros 5 hermanos, de entre una larga lista de voluntarios. Ellos serían los primeros en hacerse cargo de las dos actuaciones que, finalmente, se pusieron en marcha desde la Inspectoría Salesiana San José de Valencia. El sacerdote gallurano y dos compañeros fueron a Falajé donde realizaron un periodo de adaptación y aprendizaje de la lengua bambara. Tras este periodo de formación se dirigieron a Sikasso, una parroquia con unos 2000 cristianos y aldeas con familias cristianas inmersas en un mundo musulmán o de religión tradicional. Alberto se volcó con los jóvenes.

Unos años más tarde, en 1985 es enviado de director de un centro profesional a otra ciudad de Mali. Bamako fue su destino durante 10 años. El comienzo fue duro pero su paciencia y tesón hicieron posible el éxito del proyecto. En 1996 es destinado nuevamente a Sikasso como director de una escuela profesional. Según alguno de sus alumnos dedicaba las noches a confeccionar proyectos y buscar recursos para sacarlos adelante. Consiguió poner en marcha una escuela agrícola con granja y piscifactoría, se construyeron nuevos pabellones para escuela e internado y se adquirió herramienta y maquinaria, entre otras cosas. Contagiaba su ilusión a las personas que por alguna causa pasaban por aquel lugar. El contacto permanente y las visitas del inspector, consejeros y hermanos que acudían a echar una mano en verano favorecían el trabajo de los misioneros que también recibían material comprado con los fondos recogidos entre los alumnos de los colegios en España.

Durante sus años en Mali, Alberto mantuvo gran actividad epistolar con amigos de Cabezo de Torres y de otros lugares. En las cartas que algunos de estos amigos conservan, el sacerdote habla de proyectos e ilusiones, del ambiente educativo, político, social y económico que le rodeaba y cuenta anécdotas de su vida cotidiana. También se interesaba por el trabajo, la salud y la educación de los hijos de aquellos a quien apreciaba. En el libro que Juan Vivancos le dedica aparecen muchas de estas cartas que muestran el carácter amable, cercano y familiar de Alberto.

A lo largo de estos años de misionero, realizó visitas a su pueblo, donde residía su hermano Alfredo, y lo podíamos ver celebrando misa junto al párroco de la localidad.

Las semanas de vacaciones que disfrutaba las dedicaba a recorrer diferentes países para conseguir colaboraciones económicas a través de ONGs, instituciones y otros benefactores. En España recorría varios lugares entre los que no podía faltar Cabezo de Torres por el vínculo de amistad que mantenía con numerosas personas de la localidad. En una de estas visitas se entrevistó con el empresario murciano, antiguo alumno suyo, don Pedro Roca. Este, al escuchar las necesidades del país donde trabajaba Alberto, decidió fundar una ONG “Proyecto África-Amigos de Mali” con el compromiso de realizar proyectos relacionados con la agricultura, la salud, la educación, el agua y saneamiento, y todo ello con un enfoque de género.

De manera imprevista sucedió la trágica muerte de este salesiano, un 17 de abril de 1998. Ese día Alberto acompañaba a una delegación de una ONG que colaboraba con el Centro becando a alumnos. Esta delegación quería conocer la realidad del país para poner en marcha nuevos proyectos. Esta era una actividad que había realizado otras veces, mostraba los paisajes más impactantes de la zona a estos voluntarios como una forma de agradecer su colaboración y dar así una buena acogida a los cooperantes que se desplazaban a Mali.

Sin embargo, las condiciones meteorológicas en abril de 1998 eran extremas, con las temperaturas más altas de los últimos 30 años, y las vías de comunicación se encontraban en un estado lamentable. La confianza en la climatización del coche pudo ser un factor importante a la hora de emprender una excursión que igual no era el momento de realizarla. Los termómetros ese día alcanzaron los 45º a la sombra. Tras la comida en un restaurante del trayecto, reanudaron su viaje. El recorrido por caminos estrechos con pendientes abruptas y curvas peligrosas llevó al grupo hasta el fondo de un valle de arena y rocas que se convirtió en una trampa mortal para Alberto. La necesidad de empujar el vehículo inmovilizado en la arena en varias ocasiones y el sofocante calor iban haciendo mella en los viajeros, especialmente en el salesiano que comenzó a mostrar síntomas de nerviosismo primero y más tarde otros que reflejaban la gravedad de la situación. La ayuda externa recibida, hidratación permanente y los cuidados que sus acompañantes le iban proporcionando no fueron suficientes para paliar sus problemas. La pérdida del habla, la mirada perdida, la boca torcida y las convulsiones fueron el anuncio de su desgraciada muerte. Cuando llegaron a la localidad de Sangha ya no se pudo hacer nada. El calor y el esfuerzo del viaje pudieron ser las causas de su fallecimiento, en un viaje que Alberto había realizado en otras ocasiones.

Allí se encontraba un amigo de Alberto que al darse cuenta de lo ocurrido se encargó de realizar los trámites para agilizar el traslado del cuerpo del misionero a Sikasso en unas condiciones muy desfavorables. El sábado 18 de abril de 1998 se llevó a cabo el entierro. Tras el oficio religioso celebrado en la iglesia-catedral de Sikasso, los restos fueron depositados en el cementerio cristiano de la localidad. La tumba está cubierta con azulejos blancos y otros de color violeta formando una cruz en el centro. El aspecto de la sepultura es digno y austero.

Las notas necrológicas que lamentaban su muerte destacaban la gran labor de Alberto Serrano: la creación de un Centro de Formación Profesional para jóvenes, su labor de formación en la pequeña comunidad cristiana, su atención a los presos o la convivencia con el pueblo de mayoría musulmana son algunas de las facetas que reflejan su carácter humano, optimista y emprendedor.

En memoria de Alberto SerranoEn Cabezo de Torres, Alberto maduró como persona y como sacerdote, a la vez que ayudaba a crecer a los jóvenes que pasaron por sus clases y por el Centro Juvenil Salesiano. Todo este trabajo fue reconocido en 2003 por esta pedanía murciana, donde le dedicaron una calle en el barrio de María Auxiliadora. En 2011 se erigió un monumento en el jardín de la iglesia del mismo barrio, rodeado de flores y junto a la calle que lleva su nombre. En este monolito (foto) se puede leer:

«En memoria de D. Alberto Serrano Cotore, Salesiano que nos acompañó con su trabajo, dedicación y cariño en nuestro barrio y que llevó nuestro recuerdo por tierras africanas de Mali.

Sus amigos del Barrio de María Auxiliadora de Cabezo de Torres.»

La roca erigida era una que había sido recogida hacía años por alumnos y novicios del Colegio de Don Bosco para la realización de un belén, bajo las órdenes de Salvador Olivella y el propio Alberto. La tierra donde se colocó fue mezclada con tierra traída desde el lugar donde reposan sus restos en Mali. El sencillo y emotivo acto de inauguración se celebró durante las fiestas patronales del barrio.

El último gran reconocimiento a la figura de Alberto Serrano Cotoré es el libro que Juan Vivancos Antón ha publicado para que el recuerdo de este salesiano no sea borrado con el paso del tiempo. El laborioso trabajo realizado seguro que se ha visto recompensado con momentos emotivos vividos a la hora de recoger testimonios de aquellos que le conocieron.

Este libro presentado en marzo de 2019 es el mejor homenaje que se le puede rendir a nuestro paisano. El pueblo de Gallur debe estar agradecido a este investigador, documentalista y escritor por esta interesante publicación.

El destino de los donativos por la adquisición del libro es la Escuela de Formación Profesional Don Bosco de Sikasso, de la que el misionero era director en el momento de su muerte. Otro gesto que dice mucho de su autor y de los que han hecho posible su publicación.

 

Carmina Gascón Tovar

Maestra del Aula de Educación de Adultos de Gallur.

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