LA REBELIÓN DE ARAGÓN Y GALLUR

Corría el año 1591 cuando se generó en nuestra tierra una rebelión contra Felipe II. Desde el matrimonio de los Reyes Católicos en el siglo XV los destinos del reino aragonés habían quedado en manos de una dinastía que gobernaba, tanto en Castilla como en Aragón. Esta unión dinástica no comportó ninguna unificación territorial. La Corona de Castilla y la Corona de Aragón siguieron siendo dos Estados diferenciados y completamente independientes que lo único que tenían en común era estar gobernados por un mismo monarca. Los aragoneses esperaban que nada cambiara con este matrimonio pero todo cambió. Los monarcas querían gobernar por estos lares de manera absoluta, del mismo modo que hacían en Castilla, pero los fueros e instituciones aragonesas tradicionalmente ejercían el papel de cortapisa al poder del monarca, algo que les parecía una insolencia a aquellos reyes que se creían que su palabra tenía fuerza de ley. Esto desencadenó muchos años de tensas relaciones entre la institución de la monarquía y el reino, que enturbiaron la situación hasta llegar a la rebelión de 1591 durante el reinado de Felipe II, que acabó con la ejecución del Justicia y las Cortes de Tarazona del año 1592.

El detonante de la sublevación fue el caso de Antonio Pérez. Éste era un espía que traficaba con asuntos de Estado, que se escapó de la cárcel y que desde Castilla acabó recalando y refugiándose en Aragón. Daba la casualidad de que era de ascendencia aragonesa, así que se acogió a los fueros aragoneses. En palabras de nuestro coordinador Sergio Martínez Gil:

Según las leyes del reino, un aragonés no podía ser juzgado en Aragón por delitos cometidos fuera de este, ni tampoco un aragonés ser juzgado fuera de Aragón por delitos cometidos dentro del reino. Así pues, y para la justicia aragonesa, Antonio Pérez era totalmente libre, recibiendo además el apoyo de grandes figuras como el duque de Villahermosa, el conde de Aranda y Diego de Heredia. Pero esto Felipe II no lo podía permitir, y por ello decide abandonar la vía civil para hacerse de nuevo con Antonio y hace que intervenga el tribunal de la Inquisición, que según su visión, estaba por encima de los tribunales aragoneses y de sus leyes. Felipe II le acusa de blasfemo, hereje y homosexual, acusaciones ante las cuales interviene la Inquisición.

Para los aragoneses esto era un atropello más a los fueros, por parte de un rey tirano que tenía un largo historial de desavenencias con la foralidad aragonesa y que estaba acostumbrado a saltárselos a la torera mediante todo tipo de artimañas. El resultado fue varias revueltas e intentonas de liberación de Antonio Pérez hasta que finalmente se consiguió, huyendo éste a Francia.

A continuación Felipe II ordenó a sus ejércitos apostados en Navarra y Castilla invadir Aragón para restablecer el orden. Es entonces cuando el Justicia, que jugaba el papel de árbitro entre el rey y los súbditos aragoneses, dijo que ningún ejército extranjero tenía derecho a entrar en Aragón para estos menesteres, sino que esto era tarea de los propios aragoneses, así que de forma oficial levantó al reino en armas en contra del ejército real.

Todo esto afectó de lleno a Gallur, situado en una zona fronteriza con Navarra y Castilla. Había una columna del ejército realista que partía desde Castilla vía Tarazona y Borja, y otra que procedía de Navarra. El plan era reunirlas a ambas en Gallur, así que nuestro pueblo se convirtió en centro de operaciones.

Pretendían bajar desde Gallur a Zaragoza siguiendo el curso del río Ebro. El plan inicial era cruzar a la orilla izquierda, juntando pequeñas barcas de lugares colindantes, y avanzar hasta la capital del reino por la orilla izquierda, aprovechando que por nuestro municipio el cauce era ancho pero con poco caudal.

Finalmente las tropas castellanas y navarras se encontraron en los llanos del Puñegret y acordaron emprender el camino a Zaragoza por la margen derecha del río, descartando cruzarlo. Había dos rutas: una contigua al río con bosques, lagunas, charcas y zonas pantanosas que ralentizaban al ejército y le impedían maniobrar con comodidad en caso de ataque; y otra ruta más alejada del cauce fluvial pero frecuentada por mercaderes y también por bandoleros. Se optó por la segunda alternativa.

Cuando las tropas castellano-navarras, que aglutinaban a unos 14.000 hombres, llegaron a Utebo, se encontraron con que el Justicia apenas había conseguido convocar a 2.000 soldados, si se les puede llamar así porque en su mayoría eran labradores que no habían cogido un arma en su vida. Ante la desigualdad de las fuerzas, los aragoneses se retiraron y el ejército real entró en Zaragoza sin resistencia.

Tanto en Gallur como en Mallén, se almacenaron el grano y los alimentos con los que fueron mantenidos todos estos soldados en Zaragoza durante meses, mientras llevaban a cabo la represión de los rebeldes. Esta represión fue inteligente, centrada únicamente en los cabecillas del levantamiento. A las semanas, cuando las aguas parecían calmadas, el Justicia Juan de Lanuza regresó a su casa y es entonces cuando Felipe II ordenó que lo ejecutaran en la plaza donde hoy se ubica el Mercado Central.

En el año 1592, pocas semanas después de todos estos sucesos, el rey convocó Cortes en Tarazona, pero con sus ejércitos apostados en los alrededores, en Borja, Magallón, Mallén y Gallur, donde había una compañía que se encargaba de proteger a los representantes de las Cortes, a su paso por el río Ebro en barcazas.

Por último, en estas Cortes de Tarazona el monarca aprovechó esta situación de poder para reformar la foralidad aragonesa y poder ejercer así un gobierno, más absolutista y plegado a sus planes, sobre sus súbditos aragoneses.

 

Santiago Navascués Alcay.

Lcdo. en Historia por la Uni. de Zaragoza.

BIBLIOGRAFÍA

  • Blanco Lalinde, L. (1995), Historia de la villa de Gallur, Ayuntamiento de Gallur y Diputación de Zaragoza.