Durante todo el siglo XII y principios del siglo XIII los reyes de la Casa de Aragón expandieron sus territorios desde los Pirineos hasta Alicante y las Baleares. Es decir, en poco más de un siglo cuadruplicaron sus dominios a costa de Al-Andalus.
Esta ganancia de tierras no servía de nada sin sus gentes, así que a la vez que se conquistó, se repobló y se intentó evitar que se marcharan los musulmanes que allí vivían. Son los mudéjares -musulmanes que vivían en territorio cristiano-. Se hizo esfuerzos titánicos para atraer a gentes de toda Europa a que poblaran estos lugares arrebatados al Islam. Se concedieron tierras, libertades y una serie de cartas poblas y fueros muy beneficiosos, como los de Ejea de los Caballeros, que hicieron caballeros a todos sus habitantes. También se crearon nuevos núcleos poblacionales, que en muchos casos recibieron la distinción de villas, lo que comportaba una serie de privilegios y reconocimientos explícitos por parte de la autoridad real a todos sus pobladores. De ahí el abundante número de topónimos en España que portan el vocablo «villa», como Villanova, Villafranca del Campo, Villarreal de Huerva y un largo etcétera. Algunos de ellos, tales como Villafeliche -villa feliz- o Villahermosa del Campo, parecen auténticos nombres maquinados por una empresa inmobiliaria, que funcionarían como reclamo para los colonos que quisieran arriesgarse a asentarse en aquellas zonas fronterizas, a cambio de tierras y libertades que no se daban en ninguna otra parte de la Europa medieval.
A pesar de todos los esfuerzos, la repoblación fue un fracaso. Gentes de toda Europa llenaron las ciudades pero el campo se quedó vacío y para los mudéjares. La peste negra del siglo XIV, que acabó con un tercio de la población europea, agravó la situación. La solución para sacar rentabilidad a aquellos territorios desocupados, a aquellos páramos poblacionales; fue la ganadería, especialmente la ovina, que necesitaba pocas manos de labor y grandes extensiones de tierra sin explotar, cubiertas de pastos.
Se ha llevado la fama el Concejo de la Mesta de Castilla, fundado en el siglo XIII, pero las circunstancias descritas arriba hicieron que aquí, en Aragón, también hubiera una ganadería ovina muy fuerte que exportaba lana a Cataluña, donde se fabricaban tejidos que se vendían por todo el Mediterráneo. Tal era su importancia que el comercio de la lana llegó a condicionar la elección de un monarca. Cuando Martín «el Humano» murió sin descendencia legítima, en el año 1410, llegó a haber seis herederos al trono de la Corona de Aragón. La situación se resolvió en el Compromiso de Caspe en el año 1412 con la elección de Fernando I «de Antequera» como rey. En esos momentos Cataluña atravesaba por una fuerte crisis económica y había decaído su demanda de lana aragonesa. Fernando de Antequera tenía un solar en Medina de Campo donde había una feria muy importante, así que la lana que antes iba a Cataluña se desvío a Medina del Campo, de allí a Burgos y País Vasco, y desde allí a Inglaterra y Flandes, lo que condicionó en parte la elección del nuevo monarca.
En este contexto, Boquiñeni fue uno de aquellos lugares que supo sacar provecho de sus forrajes y que contribuyó al desarrollo de esa fuerte producción lanera. Llegó un momento en que no hubo suficientes herbajes para tantos rebaños y hacia el 1400 el Castellán de Amposta de la Orden de San Juan del Hospital se quejó en la Corte General de Zaragoza, en palabras de J.L. Almau Supervía, «de la entrada abusiva de ganados en pastos y terrenos comunales de los pueblos bajo su señorío, entre ellos Boquiñeni». A estas quejas le siguieron una serie de limitaciones en el empleo de estos bienes.
Los forrajes de Boquiñeni eran tan abundantes que abastecían a la población local y a la vez proporcionaban una renta a la Orden de San Juan del Hospital, que tenía una encomienda en Boquiñeni y alquilaba el disfrute de algunos de estos pastos. Tenemos documentado en las fuentes el arriendo durante meses a un ganadero de Zaragoza y durante un año a uno de Aínsa. Generalmente lo que se hacía era acordar, ante notario, con el alcaide de la Orden que estuviera en ese momento en Boquiñeni, una cantidad de dinero convenida, pagándose la mitad al inicio del arriendo y la otra mitad al final.
También tenemos noticias de taustanos y vecinos de otros pueblos aledaños deambulando con sus ovejas por estos lares y de robos y extorsiones de ladrones, que a veces exigían un rescate por la recuperación de los rebaños.
Boquiñeni era, por tanto, un lugar muy concurrido donde confluían ganaderos de todas partes de Aragón, atraídos por los herbajes ribereños, escenario de una diversidad y mezcla cultural entre mudéjares, comerciantes y ganaderos de los Pirineos, la capital y municipios colindantes.
BIBLIOGRAFÍA
- Almau Supervía, J.L. (2017); “Ganadería: pastos y ladrones de ganado”, en De la encomienda templaria al ayuntamiento constitucional (siglos XII-XIX). Addenda al libro Boquiñeni en la Historia, pp. 67-69.