Corría el año 1739 cuando el gallurano Miguel Carlos de Sada consiguió el mando de una flota que iba a partir desde Cádiz al virreinato de Nueva España, armada que finalmente no zarpó. Fue un año convulso en que estalló una guerra entre España y Gran Bretaña por el monopolio del comercio con las colonias americanas. No habría venido mal esta flota, comandada por el marino gallurano, para proteger las joyas de la corona española en las Américas, que eran Portobelo (Pánama), Guaira (Venezuela) y Cartagena de Indias (Colombia).
Una vez al año partía desde el Caribe hasta España un gran número de buques, escoltados por una gran flota y cargados con la plata de las minas del Potosí de Bolivia, que recalaban en las ciudades costeras de Portobelo, Guaira y Cartagena de Indias, donde se almacenaba toda esa plata hasta que zarpaba la gran armada rumbo a España. Era la manera de proteger los preciados metales preciosos que salían de América de piratas, corsarios, bucaneros y las restantes potencias europeas.
Una vez comenzada la guerra contra Gran Bretaña, los españoles esperaban que estas tres ciudades fueran el objetivo principal de los británicos. Ante la falta de recursos y la imposibilidad de defender las tres plazas, abandonaron a su suerte a Portobelo, eso sí, no sin antes evacuar la mayor cantidad de metales preciosos y mercancías posibles. El resultado fue que el almirante Vernon, en apenas dos horas y sufriendo muy poquitas bajas, se hizo con la ciudad y, furioso por el escaso botín obtenido, no dejó piedra sobre piedra.
Quién sabe qué hubiera pasado si el gallurano Miguel Carlos de Sada hubiera estado con su flota, que no salió de Cádiz, por las inmediaciones. Quizás Vernon lo habría tenido más difícil y se habría podido mantener Portobelo. Dejando especulaciones aparte, los británicos estaban eufóricos por la facilidad de la victoria y porque habían destrozado una de las joyas de la corona de España. Pensaban que rápidamente iban a ganar la guerra y a tomar también Guaira y Cartagena de Indias.
Luego, después de unos cuantos descalabros contra las tropas españolas, la realidad les obligó a resignarse y a firmar una paz con España, poniendo fin a una guerra que no cambió nada. Pero la victoria de Portobelo fue todo un acontecimiento en la corte británica, hasta el punto de que convirtieron a Vernon en héroe nacional. Más aún, el rey Jorge II lo invitó a una glamurosa cena, en la que se entonó por primera vez el famoso God Save The King (himno oficial de Inglaterra), y se puso el nombre de Portobello a una calle de Londres y a otra de Dublín.
En palabras de otro gallurano, Antonio Pablo Bueno:
Sería bonito que un gallurano hubiese podido desbaratar todo aquello y por consiguiente no se hubiese estrenado el actual himno inglés ni las canciones patrióticas, y ni siquiera existirían las calles de Portobello en Londres ni en Dublín.
Algún día contaremos cómo el gallurano Miguel Carlos de Sada llegó a comandar la flota que no salió de Cádiz en el año 1739 y que pudo cambiarlo todo. Pero eso es otra historia. Estad atentos.
Santiago Navascués Alcay.
Lcdo. en Historia por la Uni. de Zaragoza.
Bibliografía
• P. Bueno, A. (2018); Historia secreta de Gallur, Libros y novelas.