Uno de los conflictos más importantes y decisivos de la Edad Media en la península ibérica fue la Guerra de los dos Pedros que enfrentó entre los años 1356 y 1369 a las Coronas de Aragón y de Castilla, lideradas respectivamente por los reyes Pedro IV el Ceremonioso y Pedro I el Cruel. Territorialmente no supuso apenas cambios a pesar de lo cruento y largo de la guerra, pero este conflicto acabó con el destronamiento del rey castellano que fue asesinado por su hermanastro, Enrique II, y la llegada al trono de Castilla de la Casa de Trastámara. Una nueva dinastía que apenas unas décadas después consiguió ocupar también el trono aragonés gracias a la elección de Fernando I de Antequera en el Compromiso de Caspe de 1412. Desde entonces la misma familia estaba ya liderando ambas Coronas, lo que desde luego ayudó a la posterior unión dinástica con el casamiento de Fernando e Isabel, es decir, los Reyes Católicos. Así que como podemos ver, las consecuencias de este conflicto fueron importantísimas para el devenir histórico tanto de la península como de Europa. ¿Pero por qué se libró esta guerra?
Lo cierto es que ambas Coronas se tenían ganas desde hacía tiempo por diferentes causas, de modo que tan sólo hacía falta una chispa que hiciera prender la yesca. Esa chispa fue el apresamiento de unas naves comerciales genovesas, aliadas de Castilla, por parte de unas galeras de la Corona de Aragón en aguas castellanas del Puerto de Sanlúcar de Barrameda. No hace falta decir que la república genovesa y la Corona aragonesa se la tenían jurada desde hacía mucho tiempo por sus luchas a la hora de controlar las rutas comerciales en el Mediterráneo. Así empezó un conflicto en el que en cuanto a recursos humanos y económicos Castilla superaba por mucho a la Corona de Aragón. Sin embargo, el rey aragonés, Pedro IV el Ceremonioso, poseía una de las mentes más privilegiadas y pragmáticas de su siglo, sabiendo contrarrestar perfectamente dicha desventaja con el uso de la diplomacia y otras circunstancias. Esta guerra, que tuvo varias fases con treguas cada cierto tiempo para recuperarse, también se internacionalizó en ciertos momentos con la intervención en ambos bandos de otros reinos europeos como el de Navarra, Portugal, la Granada musulmana e Inglaterra y Francia, que recordemos que también en esa época estaban enfrascadas entre sí en la famosa Guerra de los Cien años.

Por otro lado, ambos monarcas tenían problemas internos ya que tenían hermanastros que buscaban socavar su poder e incluso arrebatarles el trono, como es el caso del ya mencionado Enrique de Trastámara y que finalmente consiguió el trono siendo fuertemente apoyado por la Corona de Aragón, y el infante Fernando en Aragón, que también quería destronar en su caso a Pedro IV. Esto da a esta Guerra de los dos Pedros también un factor de guerra civil, especialmente en Castilla, lo que hace que lo tenga todo. Ríete tú de la famosa serie Juego de Tronos. Y todo esto sin mencionar que Europa estaba siendo azotada desde 1348 por los primeros brotes de la Peste Negra que se llevaron por delante a millones de personas.
Al poco de comenzar la guerra, las zonas fronterizas con Castilla fueron la prioridad para el monarca aragonés, que en 1357 envió misivas a los diferentes señores y localidades ordenando la organización defensiva de las plazas sobre las que tenían mando o algún tipo de responsabilidad así y el reforzamiento de las fuerzas y guarniciones con las que contaban. En esa orden fechada en junio de 1357 se nombra a Juan Fernández de Heredia, castellán de Amposta por la Orden de los Hospitalarios y a Lope, conde de Luna, como responsables del refuerzo de las defensas en localidades como Gallur y su entorno.
Pero de todo el conflicto, la campaña que más afectó a Gallur y a su entorno fue sin duda la de los años 1362 y 1363. Poco antes, en 1361 y tras varios años de guerra, ambos bandos alcanzaron un acuerdo de paz en la localidad aragonesa de Terrer, una tregua para lamerse las heridas. Pero apenas unos meses más tarde, ya avanzada la primavera de 1362 y con un rey aragonés confiado en que la tregua iba a ser mucho más larga (de hecho había desmovilizado a las mesnadas y se encontraba solucionando otros asuntos en Perpiñán), Pedro I de Castilla organizó un plan secreto de invasión con toda la fuerza del rey castellano. Concentró rápidamente sus poderosos ejércitos en tierras sorianas y en mayo de 1362 lanzó una gran ofensiva contando además con la ayuda de la Navarra de Carlos II.
La ofensiva castellana cogió totalmente desprevenido al rey de Aragón, mientras que Pedro de Castilla contaba con unas fuerzas muy importantes incluyendo un tren de ingenios de asedio como nunca antes se había visto en los reinos hispánicos, tal y como mencionarían algunas fuentes. El objetivo era romper las líneas defensivas aragonesas, concentrando la ofensiva especialmente en el valle del Jalón y avanzando rápidamente desde tierras sorianas hacia Calatayud. La ofensiva fue tan contundente y rápida que los aragoneses se vieron obligados a evacuar localidades como Cervera de la Cañada o Aniñón, mientras que otras como Berdejo y su fortaleza fueron rápidamente conquistadas. Calatayud fue asediada durante casi todo el verano de 1362, consiguiendo resistir unas semanas gracias a su contundente sistema defensivo, aunque no podía hacerlo durante mucho tiempo ya que no se habían preparado para resistir un largo asedio, de modo que finalmente se acabaría rindiendo. Mientras tanto los castellanos también asediaron Daroca, que era la única gran plaza que sostenía el frente que defendía el posible avance hacia la misma Zaragoza, aunque en el caso darocense sí que consiguió resistir.
No así la estratégica Tarazona, que fue ocupada durante años por Castilla al igual que otras plazas como Borja, Mallén y Magallón. De hecho, la línea que defendía el valle del Ebro y que comunicaba directamente con Zaragoza la marcaron a ambas márgenes del río las localidades de Gallur y Tauste, tal y como se puede ver en el mapa publicado por la revista Desperta-Ferro en su número 44 de su cabecera de historia medieval y moderna y que está dedicado al reinado de Pedro I el Cruel de Castilla.
La amenaza sobre la propia Zaragoza fue tremenda en esos años, llegando incluso el monarca a ordenar el reforzamiento de su muralla medieval, de la cual todavía ser conserva un tramo en la calle Alonso V. También se formaron a toda prisa a lo largo de los años 1362 y 1363 diferentes compañías militares con las que defender el territorio, y es que recordemos que esta ofensiva castellana cogió totalmente por sorpresa a Pedro IV el Ceremonioso. Por ejemplo, podemos ver la creación el 12 de junio del año 1363 en la capital aragonesa de una compañía al mando de Pedro Jiménez de Samper, en la que contaban con 24 hombres a caballo y entre los cuales se encontraba un gallurano, Sancho Ruiz de Gallur.

A pesar de la situación de emergencia que corrió la Corona de Aragón en esa fase de la guerra y especialmente el propio reino aragonés, pues también vio amenaza la misma ciudad de Teruel así como Valencia fue sitiada también, Pedro IV supo hacer lo que mejor sabía hacer. Medir bien los tiempos del conflicto y buscar apoyos externos con los que contrarrestar el poderío castellano. También dio más apoyo a Enrique de Trastámara en sus pretensiones al trono de Castilla, quien cada vez fue logrando un mayor apoyo dentro de una nobleza castellana aterrada ante las ejecuciones que acometía Pedro I cuando sus hombres eran derrotados o no conseguían los resultados que quería el monarca. La guerra acabó tornando en conflicto civil y, finalmente, en el año 1369 el rey Pedro I, casi carente de apoyos, fue traicionado y mandado asesinar por su hermanastro Enrique de Trastámara, quien se convirtió en Enrique II e inició una nueva etapa en la historia.
Mientras tanto, aquella guerra había asolado la parte occidental del reino de Aragón mientras que localidades como Gallur resistieron el avance castellano y evitaron un posible avance sobre la capital zaragozana que, quién sabe, pudo haber sido un golpe mortal para el reinado de Pedro IV.
Sergio Martínez Gil
Lcdo. en Historia por la Univ. de Zaragoza
BIBLIOGRAFÍA