El domino islámico del valle medio del Ebro duró unos cuatro siglos desde la invasión del Imperio islámico emprendida por Tariq desde abril del año 711 hasta que las mesnadas de Alfonso I el Batallador, rey de Aragón y de Pamplona, se hicieron con el dominio total de la región durante las décadas del 1100 y 1110. En la primera parte de esta serie de artículos hablo precisamente de esa primera fase, la de la conquista musulmana, aunque mencionando que también hubo colaboración y como mínimo indiferencia por parte de los pobladores hispanorromanos y las élites visigodas, tal y como puedes leer en dicho artículo pinchando aquí.
Y seguimos en esta segunda parte justo en el momento en el que nos quedamos; la llegada de Abd al-Rahman I a las costas peninsulares en el año 755. Venía huyendo durante años de la matanza de la que había sido objeto su familia, los Omeyas, que durante prácticamente un siglo habían gobernado el inmenso Imperio islámico desde su capital, Damasco. Casi toda la familia pereció bajo las dagas de los Abbasíes, la nueva dinastía que comenzó a gobernar el Imperio. Pero Abd al-Rahman logró huir y tras varios años de periplo por todo el norte de África llegó a un al-Andalus sumido en la anarquía. Desembarcó en Almuñecar y desde allí fue consiguiendo los suficientes apoyos como para acabar dominando todo al-Andalus y crear el Emirato de Córdoba, el primer Estado musulmán que se independizó del Imperio islámico que llegaba hasta entonces desde las costas peninsulares del Atlántico hasta las fronteras con las actuales India y China en el continente asiático.
Con el tiempo se crearon en el norte de este Emirato unas zonas fronterizas llamadas Marcas, que dada su función defensiva y también a veces ofensiva frente a las amenazas cristianas del norte, necesitaban una mayor autonomía de gobierno. Y ya no sólo por esos pequeños núcleos cristianos del norte peninsular que se fueron formando, sino sobre todo por la amenaza que suponía en un primer momento el poderoso Imperio franco de los Carolingios, tal y como se puede ver en el siguiente mapa y que según uno de los más importantes cantares de gesta del medievo, «El Cantar de Roldán«, intentó conquistar la misma Zaragoza con Carlomagno a la cabeza en el año 778.

De oeste a este tenemos la Marca Inferior, cuya capital era la ciudad de Mérida, la Marca Media, cuyo centro administrativo era Toledo, y la que más nos interesa, la Marca Superior, con capital en Saraqusta, el nombre islámico que se le dio a la actual Zaragoza y a cuya región administrativa y militar pertenecieron Gallur y la actual comarca de la Ribera Alta del Ebro. ¿Pero qué sabemos de esta época en nuestra localidad? Lo cierto es que no demasiado hasta ahora, aunque poco a poco se va avanzando conforme se producen hallazgos arqueológicos y estos van siendo investigados. Pero sí que sabemos algunas cosas.
El valle del Ebro fue una región fundamental para el Estado andalusí por varios motivos. En primer lugar, la riqueza de las tierras del valle y de los ríos que son afluentes, especialmente los que vienen desde la margen pirenaica, hizo que fuera una región bastante poblada y desarrollada. ¿No te han chocado nunca esos mapas de la llamada «Reconquista» en los que el reino de León ya ha avanzado hasta el centro de la península ibérica conquistado la misma Toledo en el año 1085 mientras que el reino de Aragón todavía no ha salido de los Pirineos? ¿Es que combatían mejor los leoneses? Teniendo siempre en cuenta que nunca hay una explicación simplista, lo cierto es que al poco de la invasión islámica los musulmanes se repartieron el botín y las tierras, pero las zonas más peligrosas o menos productivas se las dieron a musulmanes que no eran de origen árabe, mientras que las mejores se las quedaron estos ya que se consideraban los musulmanes más puros que habían seguido al mismo profeta Mahoma. De ahí que las tribus de origen árabe se quedaron con el valle del Ebro mientras que las tierras del valle del Duero, menos productivas, fueron entregadas a musulmanes de origen bereber. Estos, al poco tiempo, se rebelaron y abandonaron toda la región, creando un verdadero desierto demográfico que permitió un avance más «veloz» al reino de Asturias-León. Mientras tanto, el valle del Ebro y ciudades adyacentes como Huesca, Barbastro, Fraga, Tarazona o Monzón fueron una barrera infranqueable durante siglos para los cristianos del Pirineo.
Así pues, el valle del Ebro fue no sólo importante por su riqueza, sino también de gran importancia estratégica para la defensa de al-Andalus y para mantener el lucrativo comercio que lo atravesaba, pues durante la mayor parte de la historia de la humanidad los ríos han sido las verdaderas autopistas para el ser humano a través de las cuales florecían el comercio y los intercambios. Para garantizar esto eran necesarias fortificaciones en diferentes puestos, y ahí entra Gallur, ya que sabemos que en el altozano donde se encuentra la actual iglesia llegaron a construir una pequeña fortificación, y no es de extrañar, ya que desde ella las vistas del valle son impresionantes y se pueden vigilar fácilmente ambas riberas, especialmente la zona norte. El Gallur islámico iría creciendo a lo largo del tiempo alrededor de esta fortaleza, probablemente muy ligado económicamente a la cercana Tauste, y es que al contrario de lo que se pensaba hasta hace muy poco, esta localidad vecina tenía una mayor población de lo que se pensaba además de ser bastante más antigua. Gracias a las recientes excavaciones y estudios que se han realizado del cementerio islámico donde se han encontrado cientos de enterramientos, ahora sabemos que Tauste tenía ya una población importante desde el mismo siglo VIII a las pocas décadas de la conquista islámica de la península. De hecho, es la necrópolis islámica mejor conservada de todo el norte de España sólo superada por la de la cercana Tudela, tal y como se puede leer en este artículo divulgativo de la revista National Geografhic. La importancia que tuvo Tauste en esta época hace pues pensar en la hipótesis de que Gallur estuvo muy ligada económicamente a ese enclave aun a pesar de estar separadas por el río Ebro, aunque la comunicación sería muy importante.

Con el paso del tiempo probablemente la zona de nuestra localidad se iría viendo más afectada por las algaradas cristianas que venían desde el norte, tanto del reino de Pamplona como posteriormente del reino de Aragón, lo que le hizo ser todavía más importante como puesto defensivo y de vigilancia. De hecho, y ya en la segunda mitad del siglo XI con el rey Sancho Ramírez gobernando el ya pujante reino de Aragón, este ordenó crear posiciones avanzadas junto al mismo valle del Ebro tanto para acosar a la cada vez más debilitada Zaragoza como para romper esa seguridad que las fortificaciones musulmanas daban a toda la línea del Ebro. Castillos como el del Castellar fueron erigidos en la zona. La creación de fortalezas como esta acosaba tanto la seguridad como el comercio islámico anteriormente mencionado, resquebrajando así el poderío de la Taifa de Zaragoza. Pero una vez que hemos visto cómo fue la historia de la región durante el Emirato de Córdoba, ¿cómo fue el final del Estado andalusí tras el declive del Califato cordobés y la historia de nuestra comarca formando parte de la poderosa Taifa de Zaragoza? Eso queda para una tercera parte de esta serie de artículos.
Sergio Martínez Gil
Lcdo. en Historia por la Univ. de Zaragoza
BIBLIOGRAFÍA
- – ÁLVAREZ PALENZUELA, Vicente Ángel (coord.); «Historia de España de la Edad Media»; edit. Ariel Historia, 2002, Barcelona.
- – EPALZA, Mikel de; «El islam aragonés, un islam de frontera»; Institución Fernando el Católico, Revista Turiaso, nª VII, 1987, Tarazona.