La Guerra Civil Española fue, como ya sabemos, un auténtico desastre y drama para todos. Pero tras la finalización del conflicto armado el 1 de abril de 1939 no vinieron ni la paz ni tampoco la prosperidad durante unos cuantos años, iniciándose una dramática postguerra. España se sumió en una grave crisis a todos los niveles, siendo uno de los más graves el desabastecimiento de alimentos, incluyendo los más básicos de la dieta de cualquier persona. El conflicto no había ayudado, mientras que la situación de la política mundial tampoco era mejor, ya que apenas unos meses después estallaría, el 1 de septiembre de 1939, la Segunda Guerra Mundial. Un conflicto que envolvió prácticamente a todo el planeta y que se venía anunciando desde hacía ya varios años. Es decir, que la falta de alimentos tampoco se podía remediar importando grandes cantidades de esos alimentos, ya que los aliados de la dictadura franquista en esos años, como la Alemania de Hitler o la Italia de Mussolini, tampoco estaban para ir vendiendo sus excedentes de producción agrícola en un clima prebélico y después ya en plena guerra.
Después, cuando la guerra mundial derivó en la derrota de esos aliados, el resto del mundo aisló a España durante toda la década de 1940 y en los inicios de la siguiente, mientras que el régimen franquista optó por la autarquía. Es decir, un modelo económico basado en que el país debía producir por sí mismo todo lo que necesitaba para subsistir, un objetivo inalcanzable para cualquier país y más para uno que venía de una guerra y la destrucción que eso supone. De ese modo, y para intentar hacer llegar cierta cantidad de alimentos a toda la población que lo necesitaba, siendo que lo disponible era del todo insuficiente para todo el mundo, se estableció por medio de una orden ministerial el 14 de mayo de 1939 la famosa cartilla de racionamiento. Una cartilla que estuvo presente en la vida de los españoles hasta el año 1952 en cuanto a los artículos de primera necesidad, especialmente los alimenticios.
En los primeros años se estableció una cartilla por unidades familiares envolviendo a todos los miembros de cada casa, hasta que en 1943 fueron sustituidas por las cartillas individuales que permitieron un mejor control del reparto alimenticio. Cada cartilla establecía la cantidad de alimentos básicos a los que una familia tenía derecho y que se entregaban semanalmente a un precio fijo y reducido por ley. Pero esas cantidades eran del todo insuficientes para asegurar una buena alimentación, por lo que en esa década de 1940 volvieron a aumentar enfermedades relacionadas con la malnutrición e incluso con la falta de higiene, aumentando también la tasa de mortalidad entre los niños y ancianos. La situación llegó a ser verdaderamente dramática en muchas zonas del país, siendo la supervivencia una lucha diaria.
En el archivo municipal del Ayuntamiento de Gallur todavía se pueden consultar hoy algunos documentos sobre cómo fue el racionamiento en nuestra localidad, y que fijaba la cantidad a recibir de productos básicos como el pan (que era negro, ya que el blanco no entraba en la cartilla y se consideraba artículo de lujo), azúcar, sal, aceite, etc., tal y como se puede ver en las siguientes imágenes.
Pero como decía, las cantidades asignadas con este racionamiento estaban lejos de ser suficientes para asegurar una buena alimentación de la población. Y no era poca la gente que se veía sujeta a esa cartilla, ya que cuando en el año 1942 se pasa de la cartilla familiar a la individual, se contabilizaban más de 27 millones de personas adscritas al racionamiento. Eso sí, como se suele decir, hecha la ley hecha la trampa. Y es que aquellos pocos que se lo podían permitir acudían al mercado negro, también conocido como el estraperlo, del cual participaban tanto la ciudadanía como los comercios así como las autoridades que hacían la vista gorda a cambio de un buen soborno. En el estraperlo se podía conseguir más cantidad de producto sobrepasando así la cantidad marcada por la ley de racionamiento. Eso sí, a unos precios que estaban al alcance de muy pocos bolsillos en esa época. Por poner un par de ejemplos, el precio de un kilo de azúcar estaba regulado a 1,90 pesetas mientras que en el mercado negro alcanzaba las 20, mientras que algo tan básico como un litro de aceite estaba fijado en 3,75 pesetas, en el estraperlo podía llegar a las 30, una auténtica barbaridad. Este mercado negro se convirtió en un verdadero problema, y ya en 1941 se estableció la pena de muerte a los especuladores.
No fue hasta el año 1952 cuando la situación mejoró lo suficiente como para retirar el racionamiento a los alimentos básicos, siendo España el último país occidental en hacerlo ya que el resto de Europa había mejorado rápidamente gracias a las ayudas económicas enviadas por EE.UU. con el Plan Marshall, del cual España quedó fuera al ser una dictadura. Sin embargo, muy pronto llegarían millones de dólares estadounidenses a cambio del establecimiento de bases militares estadounidenses y gracias también al abandono de la autarquía y la «cesión» del gobierno del país de la viaje guardia falangista y franquista a los llamados tecnócratas provenientes del Opus Dei, gente con formación y que supo atraer esas inversiones internacionales y elaborar un programa de de desarrollo que permitió el llamado «milagro económico español» de la década de 1960.
Sergio Martínez Gil
Lcdo. en Historia por la Univ. de Zaragoza
BIBLIOGRAFÍA BÁSICA
- – CALVO POYATO, José; «La España austera. Del fin del racionamiento a la muerte de Franco»; Edit. Arzalia Ediciones, 2008.
- – YZQUIERDO PERRÍN, Rafael; «España años 40, hambre, racionamiento y estraperlo»; Edit. Ediciones Beta III Milenio, 2008.