La imagen ha sido y sigue siendo un elemento muy poderoso cuando se quiere luchar por algo (o alguien) a lo largo de la historia, y ya no digamos cuando esta lucha viene motivada por ideología, mantenimiento de privilegios o por temas económicos, elementos todos ellos que suelen ir de la mano muy habitualmente. En este caso regresamos al prolífico siglo XIX porque es una etapa clave en la creación de la España en la que hoy vivimos. A todos nos ha parecido alguna vez cuando nos hemos acercado a conocer un poco más ese siglo XIX en España como una época demasiado compleja, como un lío de guerras civiles, conflictos internos, guerras como la de la independencia, revoluciones, constantes golpes de Estado, caídas de monarquías, instauración de una breve república, etc. Pero es una época realmente interesante y a la que nos acercamos con asiduidad en los artículos de este Centro de Estudios Galluranos no sólo por lo importante que es, sino por la rica documentación que el archivo municipal del Ayuntamiento de Gallur sigue atesorando más de dos siglos después y que nos cuenta multitud de historias, muchas más de las que lo hacen en apariencia esas notificaciones de multas de hace 200 años, nombramientos de alcaldes, compra-venta de tierras y otras muchas situaciones sin aparente interés. Pero sólo hay que saber hacerse las preguntas idóneas para que esos documentos amarillentos y con letra infernal nos cuentan historias. En esta ocasión, nos vamos a una historia que nos cuentan los símbolos.
En el presente artículo nos hemos centrado en los sellos que aparecen en la documentación oficial del ayuntamiento gallurano entre los años 1812 y 1838. Es decir, desde todavía un Gallur gobernado por los franceses y por el rey José Bonaparte hasta casi finales de la Primera Guerra Carlista (1833-1840), ya durante el reinado de Isabel II aunque todavía bajo la regencia de su madre, la reina María Cristina, pasando por medio por el reinado de Fernando VII, el último monarca absoluto de la historia de España. A través de esos simples sellos vamos a hacer un pequeño viaje en el tiempo para ver lo importante que es la transmisión de las ideas a través de la simbología. En este caso cada sello, que con el paso del tiempo varía en forma, composición e información que contiene, muestra de una forma muy sencilla, a veces incluso hasta burda y chapucera, los cambios políticos en aquella España política, económica y socialmente convulsa.
Desde que en 1789 estallara la Revolución francesa ya nada volvió a ser lo mismo, y las posteriores guerras napoleónicas que afectaron a prácticamente todo el continente europeo ahondaron más esa situación. Las tropas invasoras llevaban consigo muchas cosas, entre ellas las ideas de la revolución que acabarían por conllevar el final del Antiguo Régimen y del absolutismo. Pero ese cambio fue un proceso muy largo y no exento de violencia entre aquellos que querían mantener sus privilegios o incluso las gentes más humildes que no querían ver alteradas sus formas de vida tradicionales. Y es que las revoluciones liberales traían consigo conceptos como la soberanía nacional, el derecho a la propiedad privada, la libertad de prensa y asociación y la separación de poderes. Pero también el fin del antiguo régimen comunal de tierras al privatizar los terrenos de pasto o bosques que durante siglos pertenecían a los concejos y que eran utilizados por todos los vecinos, pero que ahora iban a quedar en manos privadas. Por poner un ejemplo, el humilde pastor que solía llevar a sus rebaños a pastar a la dehesa boyal comunal de su pueblo, de repente ya no podría hacerlo, pues esas tierras comunitarias serían vendidas a un particular. Además, el Estado comenzaría a pedir más impuestos en metálico, cuando en muchos sitios hasta entonces sólo tenían que pagar los diezmos en especia con parte de la cosecha o de la producción ganadera. Ahora tenían que buscar un dinero en metálico que no tenían. En esas circunstancias es más fácil entender los grandes apoyos por parte de gente humilde que tuvieron movimientos contrarrevolucionarios como el carlismo.
Pero vayamos por partes e iniciemos ese viaje por la historia a través de los sellos en la documentación del archivo municipal de Gallur. En primer lugar os mostramos un sello fechado el día 11 de junio de 1812 en el que se ve el águila imperial representativo del Imperio napoleónico y que en francés se lee la leyenda «Province de Saragosse«. Aquí hay que tener en cuenta la particular situación en la que se encontró Aragón durante la ocupación francesa en la Guerra de la Independencia (1808-1814). Teóricamente todo Aragón estuvo bajo el mando del rey de España José Bonaparte, pero lo cierto es que la propia Zaragoza capital y toda la mitad de Aragón desde el río Ebro hasta los Pirineos eran realmente gobernados desde París y no desde Madrid, de la misma manera que había pasado con Cataluña, que sí que fue formalmente anexionada al Imperio francés durante esos años. Según esto, Gallur pertenecía a la España de José, pero vemos en este sello que la leyenda se escribe en perfecto francés, así que lo más probable que Gallur estuviera gobernada desde Zaragoza y, por tanto, desde París de forma indirecta.

Si avanzamos en el tiempo, el imperio de Napoleón se ve tan acorralado que decide abandonar España para cerrar un frente que está consumiendo desde 1808 sus recursos y decide devolver a Fernando VII sus derechos al trono, regresando este a España en 1814. Durante la guerra, las gentes que habían luchado y organizado la resistencia en nombre del monarca realizaron una revolución a la española que cristalizó con las famosas Cortes que tuvieron su sede en Cádiz y que alumbraron el 19 de marzo de 1812 la primera Constitución de la historia de España, la cual ponía fin al absolutismo en el país. Esto a Fernando no le gustaba un pelo, pues pretendía ejercer sus derechos absolutos como habían hecho siempre sus predecesores. Nada más regresar, emprendió un tour por el país para ver con qué apoyos contaba, y tras ver que el absolutismo todavía tenía muchos adeptos decidió derogar la Constitución y perseguir a los liberales. Pero durante un corto periodo de tiempo, Fernando VII fue un rey constitucional, y eso se plasma en los sellos del momento. De hecho, en el primero, datado en el mismo año 1814, se lee la leyenda «FERD.VII.D.G.ET.CONST.MONARCH.HISP.REX«, lo que viene a ser «Fernando VII, rey de las Españas por la gracia de Dios y la Constitución«. Pero entonces llega la orden del rey de eliminar esa Constitución y todo lo que huela a liberalismo. ¿Qué es lo que hacen entonces con ese sello? Por supuesto lo siguen utilizando hasta finalizar el año, que hacer nuevos sellos era costoso, pero y aquí viene lo burdo y chapucero que mencionaba antes, tachan todo rastro de la mención a la Constitución, como se ve en la siguiente imagen.

Sello de Fernando VII en 1814 como rey constitucional

Sello de Fernando VII en 1814 con las alusiones a la Constitución tachadas a manos
Más o menos cada año la monarquía diseñaba un nuevo modelo de sello que iba cambiando tanto en forma como en el mensaje que quería transmitirse y que luego enviaban a los diferentes concejos de todo el país. Así es cuando en 1815 llega el siguiente sello, en esta ocasión ya modificada la leyenda y desapareciendo toda alusión a la Carta Magna de 1812 y añadiendo nuevos mensajes de prestigio. Esta leyenda dice «FERD.VII.D.G.HISPANIARUM.ET.INDIARUM.REX«, es decir, «Fernando VII rey de las Españas y de las Indias por la gracia de Dios«, tal y como se ve en la siguiente imagen.

Pero no había vuelta atrás, y las ideas revolucionarias y del liberalismo ya habían calado en España (y en muchas otras partes de Europa), por lo que entre el regreso del monarca en 1814 y 1819 se produjeron varios intentos de pronunciamientos militares o golpes de Estado para intentar obligar al rey a acatar la Constitución y a admitir reformas liberales que controlaran el poder de la monarquía. Todos fracasan durante esos años, hasta que en 1820 acaba teniendo éxito el pronunciamiento de Rafael del Riego que obliga al rey a aceptar el convertirse en rey constitucional. A la historia pasó su proclama en la que decía «vayamos todos francamente, y yo el primero, por la senda de la Constitución«. Pero en realidad se pasó los años siguientes pidiendo ayuda a las potencias absolutistas europeas como Francia, Austria y Rusia para que mandaran un ejército a España y pusieran fin al régimen constitucional, cosa que ocurrió cuando la Francia de Luis XVIII de Borbón envió a los Cien Mil Hijos de San Luis. Pero durante ese periodo entre 1820 y 1823 (el llamado Trienio Liberal), volvieron a utilizarse en los documentos oficiales sellos con alusiones a la Constitución. Es curioso además que se abandone el uso del latín para la leyenda y se comience a utilizar el castellano, tal y como aparece en la siguiente imagen. «Fernando VII por la gracia de Dios y la Constitución rey de las Españas«. Eso sí, como vemos en la imagen, este sello fechado en el año 1823, sufrió los mismos tachones que el de 1814, quedando tachado con lápiz la alusión constitucional, la cual fue eliminada durante el resto de su reinado hasta su muerte en septiembre de 1833.

Seguimos viendo pues que van pasando los años pero es tremendamente importante el uso de la simbología oficial. Así hasta que llega al trono la hija de Fernando, Isabel II de Borbón, que con apenas 3 años de edad comienza su reinado pero bajo minoría de edad, ejerciendo la regencia hasta 1840 su madre, María Cristina de Borbón. A la muerte de su padre en 1833 se inicia la Primera Guerra Carlista, ya que su tío, el infante Carlos María Isidro de Borbón, cree que es él el legítimo rey de España por la ley sálica que impedía reinar a las mujeres. Algunos de los sectores más reaccionarios, partidarios del absolutismo, le apoyan a él, lo que motiva el inicio de la guerra tras su fallido intento de hacerse directamente con el trono.
Mientras tanto, la regente María Cristina, de pensamiento profundamente absolutista, trata de apoyarse para garantizar su poder y el reinado de su hija en los «liberales» más moderados, tratando de cambiar lo menos posible el régimen para seguir manteniendo la mayor parte del poder absoluto monárquico. De hecho, en 1834 impone el Estatuto Real, una carta otorgada en la que la monarquía autolimitaba levemente sus poderes. Así se ve en los primeros sellos de Isabel II, en los que no aparece ninguna mención a la Constitución, ya que ni la regente ni el gobierno querían saber nada del tema y le tenían pánico a cualquier tipo de revolución liberal que no pudieran controlar. En el que se muestra en la siguiente imagen, datado en el año 1835, se habla de «Isabel II por la Gracia de Dios reina de España y de las Indias«.

Pero los sectores del liberalismo más progresista y una masa popular mucho más politizada de lo que pudiera pensarse acabaron llevando a una deriva revolucionaria especialmente importante entre los años 1835 a 1837, siendo realmente en esos años cuando se desarrolló realmente el Estado liberal en España, es decir, el germen de la sociedad en la que actualmente vivimos (evidentemente con innumerables matices inabordables en un artículo de divulgación como este). A pesar de ser una contrarrevolucionaria convencida, la regente María Cristina se vio obligada a seguir dicha senda aunque siempre intentó favorecer a los sectores más moderados. En esos años los sectores más progresistas del liberalismo obligaron al bando isabelino a cambio de su apoyo en la guerra contra los carlistas a terminar con el Estatuto Real anteriormente mencionado y a volver a poner en vigor la Constitución de 1812 mientras se redactaba una nueva Carta Magna más acorde a esos tiempos como fue la de 1837 y que se mantuvo hasta 1845. Con ella España pasó a ser ya de forma definitiva una monarquía constitucional parlamentaria y bicameral que funcionaría por sufragio masculino censitario (sólo votaban los hombres mayores de edad y que tuvieran una determinada renta económica), muy similar a los sistemas establecidos en países como Francia y Bélgica y que también habían vivido sus propios estallidos revolucionarios. Isabel II pasaba a ser desde entonces reina constitucional de España, tal y como se ve en el último de los sellos que os mostramos y que data del año 1838.

En este sello vemos la leyenda «Isabel 2ª por la gracia de Dios y la Constitución reyna de las Españas». Aquí acaba un viaje en el tiempo de 26 años y que nos ha llevado desde el Gallur ocupado por los franceses y los reinados de Fernando VII e Isabel II así como por diferentes sucesos que acaecieron en ellos. Y lo hemos hecho a través de lo que nos cuentan unos pequeños símbolos que acompañan a documentos que en principio tienen un contenido prácticamente irrelevante. Pero como vemos, eso casi nunca es así, y tan sólo hace falta hacerles a estos pedazos de nuestra historia las preguntas adecuadas.
Sergio Martínez Gil
Lcdo. en Historia por la Univ. de Zaragoza
*Imágenes propiedad del autor del artículo.