El Dance de Gallur es una de las expresiones culturales y artísticas más queridas de nuestra localidad además de una de las más conocidas. Así lo expresan los trabajos que se han realizado para su estudio, los artículos que hemos escrito sobre él desde el Centro de Estudios Galluranos y que puedes leer en nuestra web, o incluso el monumento a los danzantes situado junto a la iglesia de San Pedro. Una escultura inaugurada ya hace 15 años un 13 de junio del año 2006, obra del escultor bilbilitano Luis Moreno Cutando y que mide algo más de 2 metros de altura.
Desde entonces esta escultura forma parte del paisaje de la localidad haciendo homenaje al dance gallurano. Pero más allá de todo lo que conocemos del Dance en Gallur, hoy toca hablar sobre los orígenes de esta tradición tan típica y casi exclusiva de Aragón. ¿Cuáles son los orígenes de los Dances y por qué surgen? ¿Cuál es su significado?
En Aragón se denomina Dance o Danze a una representación teatral donde suelen concurrir la propia danza, el mimo, la poesía y la pastorada, una representación teatral popular típica del Alto Aragón y que representa a dos pastores trashumantes, el maizal y el rapatán. Sin duda el Dance tiene un origen religioso, pues en la mayoría de los casos documentados se recitan o se han recitado en algún momento los evangelios para homenajear al santo al que va dedicado.
Documentalmente se tienen noticias de la celebración de Dances desde la primera mitad del siglo XVIII, aunque es muy probable que se vinieran realizando desde ya el siglo XVII, un siglo especialmente devoto y aún más en la Monarquía Hispánica (los reinos peninsulares de los Habsburgo, es decir, las coronas de Aragón y Castilla). De hecho, en el siglo XVII se vivió el cenit de las guerras de religión en Europa. Además, en los reinos hispanos fue una etapa más fría de lo normal lo que hizo que el cultivo de cereal de trigo, el más común ya que con él se fabricaba el pan, el alimento básico de la mayoría de la población durante siglos, se tuviera que restringir ya que no aguantaba los rigores del frío en determinadas regiones más altas. El cultivo del trigo se cambió por el del centeno, un cereal de peor calidad para hacer pan pero mucho más resistente a las inclemencias climatológicas. Sin embargo, el centeno es también el sitio ideal para que creciera a su lado el cornezuelo, un hongo alucinógeno que acababa en el pan. No es de extrañar que el aumento de apariciones religiosas en España fuera tan significativa durante este siglo.

El Dance suele ser una representación de diálogos entre pastores y la lucha entre moros y cristianos, es decir, la lucha entre el bien y el mal, que se escenifica a través de los paloteados, una danza en la que se chocan continuamente largos palos de madera (en algunos lugares se hace con sables) y que representan los combates entre esos moros y cristianos, el caos y el orden.
El Dance es propio de la cultura aragonesa, teniendo su origen en el Alto Aragón entre finales del siglo XVII y comienzos del XVIII (aunque los primeros casos documentados son del XVIII). Desde esas zonas pirenaicas, el Dance se va expandiendo por buena parte del territorio aragonés, especialmente por las actuales provincias de Huesca y Zaragoza. De hecho, son pocos los casos documentados en la provincia de Teruel. También, y por la lógica permeabilidad de los territorios, el Dance se ha desarrollado en algunos territorios colindantes con Aragón, especialmente en la zona de la ribera de Navarra, apareciendo en localidades como Ablitas, muy cercana a Tudela.
Aparentemente, los Dances se van reproduciendo a lo largo del siglo XVIII en imitación de una localidad a otra, cambiando el santo patrón a quien va dedicado además de sufrir ciertas adaptaciones más localistas en cuanto al desarrollo del mismo, fases, vestimenta, etc. Es decir, que cada pueblo fue desarrollando unas características propias.
El Dance es un acto especialmente religioso, presidido además por las autoridades civiles y religiosas de la localidad. Aún así, se sabe que en la segunda mitad del siglo XVIII surge una corriente erudita proveniente de la Ilustración en contra de estos Dances debido a que muchas veces se aprovechaban para realizar críticas a las autoridades. Esto derivó en numerosas prohibiciones. Sin embargo, las numerosas protestas y altercados producidos muestran que en unas pocas décadas los Dances se habían convertido ya en una representación cultural y en una tradición muy querida por el pueblo, y sobre todo quizás en una vía de escape de la dura realidad que les tocaba vivir.
Finalmente los Dances son aceptados por las autoridades aunque se intenta controlar un poco esa crítica social que se realizaba por parte de los participantes. Se convierte así en una de las tradiciones más extendidas y queridas a lo largo de los siglos XVIII, XIX y las primeras décadas del XX. Es en este momento cuando la llegada de la modernidad, la tecnología y los cambios que van provocando, además de los profundos cambios sociales que se desarrollan en España a comienzos del siglo XX, hacen que los Dances queden poco a poco y en muchos lugares algo olvidados. Casi se llega a cierto menosprecio o ninguneo cultural. Además, durante la dictadura franquista, se quiere prácticamente imponer una visión de la cultura aragonesa monográfica, enfocada al baturrismo, pasando por alto otras expresiones propias de su cultura como el mismo Dance por poner un ejemplo, tratando de «eliminar» la riqueza cultural aragonesa.
Pero ya desde la década de 1970 va surgiendo un importante sentimiento de recuperación de lo aragonés y sus tradiciones, y en muchas localidades se empieza a trabajar por recuperar los Dances y ponerlos en valor, algo que ha ido cada vez a más desde entonces convirtiéndose en la actualidad en una de las representaciones culturales más queridas y conocidas por la población, siendo incluso foco de atractivo turístico en muchas ocasiones.
Sergio Martínez Gil
Lcdo. en Historia por la Univ. de Zaragoza