LA HUELGA CAMPESINA DE 1934 (I PARTE)

CONTEXTO HISTÓRICO

En España la Segunda República llegó tras las siguientes palabras del rey Alfonso XIII: “las elecciones celebradas el domingo me revelan claramente que no tengo hoy el amor de mi pueblo.” Los hechos se sucedieron de la siguiente manera: el 12 de abril se celebraron elecciones municipales. En casi todas las capitales y grandes poblaciones del país ganaron las elecciones las coaliciones republicano-socialistas. El día 13 las masas salieron a celebrar efusivamente la derrota de los partidos monárquicos. El 14 de abril el rey, al ver el jolgorio y la alegría que se vivía en todo el país con la victoria electoral de los republicanos, se dio cuenta de que no era querido por los españoles, dimitió, se fue y se proclamó la Segunda República.

La pregunta que hay que hacerse es: ¿cómo es posible que unas elecciones municipales llevaran a un cambio de régimen?

Desde el año 1875 hasta 1923 tenemos en España lo que se conoce como el Régimen de la Restauración, que se va resquebrajando lentamente. Al final, cuando más débil estaba el sistema, la dictadura de Miguel Primo de Rivera (1923-1930) fue el salvavidas que sostuvo durante unos años a la élite que siempre había gobernado este país (los grandes terratenientes, la Iglesia y el ejército). También sirvió para apuntalar durante un tiempo la propia institución de la monarquía.

El monarca Alfonso XIII era un rey que juró la Constitución de 1875, inmovilista, que puso trabas a la reforma del sistema cuando ya no funcionaba, que defendió a capa y espada aquella constitución que resultaba anticuada y que, para salvar su posición, aceptó de buena gana la dictadura de Miguel Primo de Rivera, perjurando la constitución que tanto había defendido. Dicho de otro modo: se convirtió en un rey traidor a la Carta Magna que juró defender. Había perdido su autoridad moral y su popularidad estaba por los suelos.

Cuando cayó la dictadura de Miguel Primo de Rivera, Alfonso XIII pensaba volver a la situación anterior como si nada hubiera pasado. Para ello convocó unas elecciones municipales para el 12 de abril con la intención de convocar después unas elecciones generales. En todas las localidades de una mínima importancia los partidos socialistas y republicanos presentaron candidaturas conjuntas. Lo mismo hizo el Partido Liberal y el Partido Conservador, que eran los dos partidos monárquicos tradicionales. Esto convirtió unas simples elecciones municipales en una especie de «plebiscito» en el que se elegía monarquía o república.

Todos sabemos cuál fue el resultado. Era la primera vez en la historia de España que los que convocaban elecciones las perdían. Ni el caciquismo ni los pucherazos electorales pudieron impedir lo inevitable: que en las grandes poblaciones del país ganaran las coaliciones republicano-socialistas.

Con el advenimiento de la Segunda República las masas, que siempre habían sido ignoradas por las élites, empiezan a tener gobiernos que defienden sus intereses, que van minando los privilegios indebidos de algunos y que apuestan por la cultura, educación y un mayor grado de igualdad social. Son demasiados cambios para un época muy convulsa, difíciles de digerir para muchos.

Al mismo tiempo, los que siempre habían gobernado el país pretenden recuperar su poder a toda costa. La vieja guardia monárquica, caciquil, castrense y religiosa se aglutinó en torno a la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), cuyo máximo líder era Gil Robles. Este partido político, a pesar de que la Segunda República ha sido el sistema más legítimo que hemos tenido los españoles, no reconocía la legitimidad de la república.

En las elecciones de 1933 la CEDA obtuvo 115 escaños y el Partido Radical Republicano de Alejandro Lerroux, de ideología «centrista», sacó 102 escaños. El objetivo de la CEDA era revertir todos los avances del anterior gobierno republicano-socialista. El presidente de la república (que no es lo mismo que presidente de gobierno), Niceto Alcalá Zamora, a pesar de que la CEDA consiguió más escaños; encargó a Lerroux que formara gobierno, ya que Gil Robles no aceptaba a la república como forma legítima de gobierno.

El partido de Gil Robles fue el apoyo necesario para que Lerroux fuera investido como presidente de gobierno, pero Lerroux no nombró ningún ministro cedista. Era un atropello, ya que la CEDA tenía más escaños. Los cedistas exigieron lo que les pertenecía y en octubre, ante la amenaza de la retirada de su apoyo al gobierno y la posibilidad de nuevas elecciones, Niceto Alcalá Zamora instó a Alejandro Lerroux a que incluyera en el gabinete por lo menos a tres ministros de la CEDA.

Por su parte, el PSOE y la UGT advirtieron de que si se daba marchar atrás en cualquiera de los avances conseguidos en la anterior legislatura, organizarían una huelga general revolucionaria. El pretexto para dicha sublevación fue el nombramiento de ministros cedistas en el gobierno.

Entre el 5 y el 19 de octubre de 1934 se intentó una revolución obrera que sólo tuvo éxito, aunque fuera efímero, en Asturias y en Cataluña. Se llegó a declarar el estado de guerra, tuvo que intervenir el ejército y hubo enfrentamientos armados. En el resto del país hubo algún conato de violencia pero la iniciativa no triunfó. En pocos días el ejército machacó a los sublevados y la represión fue muy dura.

Todo esto no son más que síntomas de una inmadurez democrática de la sociedad española, tanto de la derecha como de la izquierda. Ninguna de las dos partes acepta lo que la gente decide en las elecciones.

En las Cinco Villas, especialmente en Tauste, hubo importantes altercados. No así en Gallur, que ya venía escarmentado de la huelga campesina de junio de ese mismo año. El ayuntamiento informó al gobernador civil de que no hubo ningún incidente en nuestro municipio. El ayuntamiento tan sólo recibió el telefonazo del jefe del ferrocarril Sádaba-Gallur para notificarles la ausencia de 28 trabajadores y del administrador de la harinera de las Cinco Villas para comunicar el paro de 26 obreros. Aun con todo, por si las moscas, Gallur estuvo sometido a estado de guerra, al igual que el resto del país. Esto implicaba molestias que afectaban a la vida diaria de los galluranos: se prohibió formar grupos de más de tres personas, se obligó a cerrar las tabernas a las 7 de la tarde y los cafés a las 10 de la noche, y se extremó la vigilancia porque se preveían cortes de luz y de comunicaciones al anochecer.

Una vez presentado el contexto histórico dejo para una segunda parte lo acontecido en la huelga campesina de junio, que incidió notablemente en que no hubiera ningún problema en nuestro pueblo durante la intentona revolucionaria de octubre de 1934. He aquí el enlace.

https://cesgallur.net/2021/05/01/la-huelga-campesina-de-1934-ii-parte/

Santiago Navascués Alcay

Lcdo. en Historia por la Universidad de Zaragoza

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