¿Alguna vez os habéis preguntado por el origen del nombre de nuestros pueblos? Con ellos ocurre como con la procedencia de los apodos familiares, que puede resultar fascinante descubrirla, un cajón lleno de sorpresas. Pues bien, es la toponimia, una ciencia auxiliar de la historia, la que se encarga de averiguarlo.
El nombre de la disciplina deriva de la unión de dos vocablos griegos: tópos -lugar- y ónoma -nombre-, y surgió a finales del siglo XIX coincidiendo aproximadamente con el nacimiento de la ciencia histórica. Desde entonces ambas especialidades han sido inseparables. Se trata de un viaje apasionante y, en palabras de March Bloch, uno de los padres de la disciplina:
Los nombres de los pueblos sirven para recorrer la línea de los tiempos en sentido inverso. Sus topónimos reflejan la flora, la fauna, las topografías e hidrografías de la antigüedad; trazan contornos borrosos de viejos hatos, pueblos y caseríos; proyectan patrones de colonización y de explotación de la tierra; reafirman diluidas herencias y persistencias indígenas; y exhuman remotos colonizadores para revelarnos su hablar, sus costumbres, sus imperativos, sus devociones, y por qué no, sus mentalidades.
La intervención de esta ciencia en nuestra comarca Ribera Alta del Ebro ha revelado el origen del nombre de muchas de nuestras localidades. El origen del topónimo «Boquiñeni» es objeto de controversia y es clave para saber cómo se fundó dicha localidad.
Puede que en época islámica hubiera en la zona un pequeño núcleo de casas y unos terrenos, propiedad de un tal Abú-Qinaní, que diera nombre al pueblo y que, con el tiempo y la evolución del lenguaje, fuera transformándose este «Abú-Qinaní» en «Boquiñeni».
Mucho más probable es la siguiente hipótesis, que atañe a Gallur: es posible que en el siglo IV o V, un Buccinius o Bucconius, oriundo de Gallur o de las cercanías, decidiera trasladarse con sus sirvientes, familia y esclavos a un lugar más apartado, donde está el actual Boquiñeni, que por aquel entonces sería una tierra de pastos ribereños con unas pocas cabañas y casetas de pastores y ganaderos locales. Desde la instalación de este linaje en la zona, la gente empezaría a llamar a este espacio “Buccinianus” (tierras de Buccinio) o “Buccinianicus” (tierras de la gente de Buccinio), lo que acabaría derivando en «Boquiñeni».
Esta posibilidad cada vez cobra más fuerza, ya que, como dice José Luis Almau Supervía, parece ser que Boquiñeni (en época visigoda e islámica) no tenía iglesia propia, sino una capilla dependiente de la iglesia de Gallur. Esta idea se fundamenta en el hecho de que el rey Alfonso I «el Batallador», el conquistador del Valle del Ebro, otorgó en el año 1128 a Miro Pedro las iglesias del Razazol y de Gallur, con sus tierras de Boquiñeni y Luceni. Esto hace sospechar que en época visigoda e islámica las ermitas o capillas de Boquiñeni y Luceni dependían de la iglesia de Gallur. Así hasta que en 1148 el obispo Bernardo de Zaragoza donó la iglesia de Boquiñeni a los templarios.
Santiago Navascués Alcay
Lcdo. en Historia por la Uni. de Zaragoza.
BIBLIOGRAFÍA
•Almau Supervía, J.L. (2012); Boquiñeni en la historia. De la encomienda templaria al Ayuntamiento constitucional (siglos XII-XIX), Ediciones VJ, Valencia.
• Bloch, M. (1978); La Historia Rural Francesa, Editorial Crítica, Barcelona.
• Urgel Masip, A. (2005); “La toponimia de la comarca de la Ribera Alta” en Hermoso Cuesta, M. y Vázquez Astorga, M. (cod.); Comarca de Ribera Alta del Ebro, Gobierno de Aragón.