Media noche era por filo, como decían nuestros antepasados, y en el pueblo de Gallur, situado en Aragón a orillas del Ebro, dormían todos con el sueño más profundo. El tiempo brindábase mucho para ello, pues apretaba el frío, caía sin cesar una lluvia persistente y acompasada, y la oscuridad desplegaba tan espeso velo, que a cien pasos de sus últimas casas a la vista más perspicaz no hubiera sospechado la existencia de semejante población.
Así describía a nuestro pueblo Narciso Campillo, el 7 de marzo de 1895, en El Álbum Ibero Americano, una revista literaria, fundada por la feminista Concepción Gimeno de Flaquer, que se publicó en Madrid entre 1890 y 1909.
Este literato decimonónico, amigo del gran Gustavo Adolfo Bécquer, nos narra en este boletín una historia de batallas, traiciones y saqueos, ambientada en el Moncayo, Gallur y sus cercanías, en el contexto de la Guerra de la Independencia contra los franceses.
Más allá del mero disfrute con su lectura, me pregunto por qué Narciso Campillo escribe lo que escribe. ¿Qué tiene de especial nuestro pueblo para que ubique este relato en él? La verdad es que en la época, aunque el río Ebro no fuera una frontera infranqueable, sí que constituía una barrera que se podía vadear en pocos puntos y Gallur era uno de ellos. Nuestra villa era conocida como el pueblo por el que se cruzaba el Ebro. Y por lo tanto, si el autor estaba bien documentado, en una historia ambientada en los alrededores, en los que fugitivos huyeran cruzando el Ebro, Gallur tenía que ser nombrado.
Ahora bien, la pregunta es: ¿Qué informaciones llegan a Narciso Campillo de la zona y cómo le llegan? ¿Alguna vez estuvo por aquí? Confieso que desconozco la mayor parte de su biografía. Sabemos que nació en Sevilla y que fue amigo de Bécquer desde su más tierna infancia. Ambos estuvieron un tiempo en Madrid y volvieron a su Sevilla natal. La mayor parte de lo que conocemos de él es gracias a su obra literaria, en la que nos revela muy poco de su persona.
No tenemos ninguna noticia de que estuviera por tierras aragonesas. Pero sí lo estuvo su querido Gustavo Adolfo Bécquer, quien pasó un año en el Monasterio de Veruela, con el fin de respirar aire fresco y aliviar los síntomas de la tuberculosis que acabaría llevándolo a la tumba. Fue un visitante inquieto, que gastó el tiempo en escribir, pasear y escuchar las leyendas y fábulas de las gentes del lugar, especialmente de Trasmoz. Acabó conociendo bien nuestro terruño, tanto por esta estancia como por las informaciones de su mujer, Casta Esteban y Navarro, oriunda de la soriana Torrubia, un pueblecito pegado a las faldas del Moncayo. Puede que fuera Gustavo quien le hablara de Gallur a Narciso Campillo.
Puede que la familia del autor fuera oriunda de Aragón. Al fin y al cabo, está escribiendo sobre un conflicto que probablemente vivieran sus padres y con toda seguridad sus abuelos. Por aquellos años, hacía furor la primera serie de los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós, que completó el 14 de marzo de 1875 con el libro La Batalla de Arapiles, una semana después de esta publicación. Las anteriores entregas de esta serie tiene títulos como Zaragoza, que sitúan la trama en Aragón durante la Guerra de la Independencia. Puede que Galdós, aquel escritor que para muchos fue quien supo hacer la mejor radiografía del pueblo español y de sus diferentes territorios, tuviera algún contacto con él.
La excelente ambientación y documentación de Narciso Campillo, que parece que hubiera estado por estos lares, es una clara influencia del realismo literario imperante en la época, cuyo máximo abanderado es Benito Pérez Galdós, de quien en este 2020 se cumple el centenario de su muerte. Por otro lado, su narrativa apasionada, cargada de emoción, jugando con los sentidos del lector, es influjo del romanticismo anterior, cuyo representante más brillante fue su queridísimo amigo Gustavo Adolfo Bécquer.
Cuando Narciso Campillo escribe esto, ha empezado la Guerra de Cuba. Son unos años en los que la testiculina patria está por las nubes. Son momentos de ensalzar viejas glorias y episodios de incertidumbre que se resolvieron con valor, orgullo y dignidad. Son también los años en los que nace la ciencia histórica, en los que el relato histórico se pone al servicio de la nación española, que presenta al guerrillero como arquetipo del español. Es decir, según este discurso, hoy en día superado, lo que define a un español y lo diferencia del resto es que es un guerrillero, ya desde época de aquellos celtíberos que no se dejaron amedrentar, así como así, por los invasores romanos. La historia que nos cuenta Narciso Campillo en esta revista queda perfectamente enmarcada en este contexto.
Por último, habría que cuestionarse si lo que nos cuenta Narciso Campillo tiene alguna base histórica. El autor sevillano sitúa los acontecimientos, entre los cuales se incluye un saqueo francés de Gallur, en el año 1811. Lo cierto es que sabemos que en el año 1808 hubo un saqueo francés en nuestra localidad cuando las tropas napoleónicas bajaron desde Tudela para asediar Zaragoza. Si estos sucesos inspiraron a Narciso o no, es algo que desconozco.
Os dejo las fotografías del periódico, facilitadas por nuestra colaboradora Carmina Gascón, para que os hagáis un regalo a la vista. Y si además queréis disfrutar de las aventuras que ocupan mi atención en este artículo, tenéis que leer las páginas 2, 3, 4 y 5, desde el titular ESCARMIENTO hasta la firma de Narciso.
Santiago Navascués Alcay.
Lcdo. en Historia por la Uni. de Zaragoza.