catalina de reus

Los hitoriadores hemos hecho eurocentrismo con nuestra rama del conocimiento. Enseñamos historia de Europa y la del resto del mundo sólo ocupa nuestra atencion desde que los europeos llegaron a esos lugares. Así, se enseña por ejemplo, a Platón en los institutos pero no se dice nada acerca de Confucio. Lo peor de todo es que perpetuo esta situación porque enseño y comparto con la sociedad lo que sé, que es lo que me han enseñado. Es decir, una historia eurocentrista. Así que entono un mea culpa.

La historia que enseñamos es también machista en grado sumo. Hemos borrado a las mujeres de la historia. Hemos asumido que hasta hace no mucho, la mujer era una propiedad más, que pasaba del padre al marido, siendo reducida a una máquina de procrear que se ocupaba de las tareas domésticas. Y con esto, ya estaba contada la historia de la mitad de la humanidad. Afortunadamente nuestras compañeras de profesión nos han sacado los colores, en los últimos años se han hecho muchas investigaciones sobre la historia de las mujeres, y cuento con suficiente información para no sumarme al carro de ese relato histórico tradicional tan machista.

La realidad histórica es que por mucho que los hombres pretendieran relegar a las mujeres al ámbito doméstico si un médico tenía una hija, le enseñaba conocimientos de medicina y sacaba partido de ello porque las mujeres enfermas acudían con más confianza a reclamar las atenciones de la hija del médico. Los profesionales no desperdiciaban la mano de obra y la ayuda de sus hijos, y eso incluía a las hijas en muchos casos, a las que les transmitían sus conocimientos. Así que también había mujeres pintoras, por citar un ejemplo más. Había niñas que quedaban huérfanas, mujeres que heredaban tierras, propiedades y negocios de sus padres o maridos, y los administraban y regentaban. No todas las mujeres que se quedaban sin padres o maridos acababan dedicándose a la prostitución o ingresando en un convento. También había mujeres de espíritu libre que se convertían en bandidas o piratas o que incluso, iban a la guerra. Así que ha habido muchas reinas, empresarias, pintoras, zapateras, bandidas, guerreras, señoras y un largo etcétera.

Es el caso de la viuda Catalina de Reus, que en el siglo XV fue señora de Luceni y que gobernó sus dominios con puño de hierro, como demuestra el juicio mantenido con García Murillo, que ha sido guardado en el Archivo municipal del Ayuntamiento de Zaragoza.

Un buen día, García Murillo, vecino de Boquiñeni, decidió trasladarse a vivir a Alagón y, por tanto, creyó que ya no tenía obligación de pagar rentas señoriales a Catalina de Reus. La señora de Luceni no podía permitir que cundiera el ejemplo y otros vasallos suyos se fueran de sus dominios a gozar de una mayor libertad. Así que puso todos sus recursos para dificultarle la vida a García Murillo todo lo posible.

Aunque viviera en Alagón, García Murilo seguía teniendo tierras y animales de labor en Boquiñeni. Las autoridades del pueblo le confiscaron gran parte de estos bienes para venderlos y hacer así frente a las reclamaciones de los acreedores de este señor, a quienes supuestamente no había pagado un cúmulo de deudas. Todo esto fue el resultado de un sumarísimo juicio en Boquiñeni en el que ni siquiera estuvo presente García Murillo.

De los testimonios posteriores se deduce que seguramente Catalina de Reus estaba detrás de las reclamaciones de los acreedores de García Murillo y que tenía comprados los tribunales de Boquiñeni para que le requisaran sus tierras con la excusa de pagar así las deudas contraídas por su ex-vasallo.

De camino a Boquiñeni para rendir cuentas de sus asuntos, García Murillo fue atacado por unos desconocidos y salvó la vida por los pelos. Después de esto fue encarcelado por el Justicia de Boquiñeni y sometido a todo tipo de maltratos. Los testimonios cuentan que fue lanceado y que las tropas del Justicia de Boquiñeni estaban continuamente en sus campos.

Los que querían tomar en arriendo las tierras que le quedaban a García Murillo acababan desistiendo por las intimidaciones de Catalina de Reus. Les decía que se iba a encargar de que no sacaran ningún beneficio de esas tierras. Llegó incluso a amenazar con impedirles el uso de la acequia de su señorío para regar sus campos.

Por suerte para García Murillo Alagón en esos momentos era un barrio de Zaragoza y podía reclamar a la justicia de esa ciudad que interviniera en todas estas cuestiones. Evidentemente, las influencias de Catalina de Reus poco podían hacer ante la justicia de una ciudad tan poderosa como Zaragoza, así que los jurados de la ciudad dieron la razón a García Murillo y ordenaron que le fueran restituidas todas sus tierras y bienes confiscados.

Esta historia es un ejemplo más de cómo una mujer en la Edad Moderna, en un mundo supuestamente de hombres, era capaz de ejercer dominio y autoridad, de ser poderosa e influyente, temida y respetada.

No quiero terminar el artículo sin dar las gracias a José Luis Almau Supervía, quien tuvo la amabilidad de enviarme sus investigaciones sobre Boquiñeni, gracias a las cuales he podido escribir ester artículo.

Santiago Navascués Alcay.

Lcdo. en historia por la Uni. de Zaragoza.

BIBLIOGRAFÍA

. Almau Supervía, J.L. (2012); Boquiñeni en la historia. De la encomienda templaria al Ayuntamiento constitucional (siglos XII-XIX), Ediciones VJ, Valencia.

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