7 SIGLOS DE HISTORIA AL LADO DE NUESTRA CASA

Como ojo escrutador, se alza imponente el Moncayo, testigo de la vida y de la historia que aconteció en un tell situado en las inmediaciones de Cortes, a 14 km. de Gallur.

Para quien no lo sepa, un tell es una montaña de asentamientos. Y es que los poblamientos humanos son como los seres vivos: nacen, se desarrollan y mueren. Conforme los edificios expiran, son reemplazados por otros que se construyen en ese mismo lugar, y así se edifican, con el paso de los siglos, ciudades sobre ciudades, provocando una elevación del terreno. Si la zona se abandona definitivamente, fruto de la erosión y del depósito de la arena que lleva el viento, se forma una pequeña montaña que los arqueólogos llamamos tell.

Es esto lo que nos encontramos en Cortes, un tell que albergó un poblado sobre otro, casi de manera ininterrumpida, desde el año 1000 a.C. hasta el siglo IV a.C, en cuya lontananza se divisa el Moncayo. El conjunto se llama yacimiento del Alto de la Cruz. Nos informa de tiempos prehistóricos en los que no se conoce la escritura pero empiezan a surgir las primeras sociedades complejas y jerarquizadas. Por otra parte, asistimos a la  generalización del uso del bronce y, a finales de este período, a la fabricación de los primeros objetos de hierro.

Al principio las casas eran circulares y en sus últimas etapas de planta rectangular, compuestas de un vestíbulo, donde se acopiaba de manera temporal la leña o se colocaba el telar; de la zona habitacional, que era la más espaciosa, en cuyo centro se encendía el hogar, y que constaba de un banco corrido en una de las paredes;  y por último, de la despensa, donde se almacenaba el grano en tinajas. Sabemos que hubo un incendio y posible destrucción del asentamiento en el siglo VI a.C., aunque se volvió a ocupar el tell. En las últimas fechas el recinto se amuralló y posiblemente se construyó un foso alrededor, que hoy está ocupado por una acequia.  No sabemos el motivo pero, tras siete siglos de ocupación, el poblado se abandonó en el siglo IV a.C., siglos antes de la llegada de los romanos.

Es un fósil director de la llegada de pueblos indoeuropeos, antecedentes de los futuros celtas, esencial para entender este período de la historia en toda Península Ibérica y en gran parte de Europa. Estamos hablando de un espacio arqueológico que es referente no sólo a nivel nacional sino a nivel internacional, que originó multitud de trabajos expuestos en congresos de relevancia europea, como el IV Congreso Internacional de Ciencias Prehistóricas y Protohistóricas en Madrid del año 1954, y el V Congreso celebrado en Hamburgo en 1958. Aún a día de hoy es citado continuamente por los investigadores de este campo.

Todos estos descubrimientos han sido posibles gracias al propietario de los terrenos, que al contrario de lo que es habitual, cuando fortuitamente halló parte de los materiales arqueológicos, avisó a las autoridades. Y por supuesto, tiene mucha culpa de todos estos éxitos, las excelentes excavaciones de  Blas de Taracena desde el año 1947 y de Juan Maluquer de Motes desde el año 1953, encontrándose ambos investigadores entre los pioneros de nuestro país en el empleo del método estratigráfico, que hoy en día utilizan los arqueólogos de todo el mundo. El yacimiento, es por tanto, significativo y ejemplar en todos los sentidos.

La mayoría de las estructuras encontradas en el tell no pueden verse porque han sido recubiertas para que la erosión no las destruya. Sin embargo hay una exposición permanente en el castillo de Cortes, donde pueden verse muchos de sus restos.

 

Santiago Navascués Alcay

Lcdo. en Historia por la Uni. de Zaragoza.

 

 

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