UN ASESINATO EN LA CORTE

Casi todo que aparece en la ficción novelística o en el cine ha ocurrido en la historia real. Muestra de ello es el siguiente enredo de corte, que tuvo lugar en el siglo XVI, en tiempos de Felipe II de Castilla y I de Aragón, cuando los tercios sembraban el terror por toda Europa y los océanos del mundo eran un lago hispano.

Se trata de la historia de Don Juan de Gurrea, hijo del gran duque de Villahermosa, Martín de Gurrea y Aragón, aquel Grande de España que tenía su principal feudo en Pedrola y que legó a nuestro pueblo vecino un fabuloso palacio que todavía hoy puede visitarse, donde se crió el protagonista del suceso que nos ocupa en este artículo.

El joven noble se casó en 1569 con la castellana Luisa Pacheco Cabrera, hija de los marqueses de Villena y duques de Escalona. El bisoño matrimonio se aposentó en Toledo y corría el rumor de que las infidelidades de Luisa Pacheco eran constantes. Los matrimonios mal avenidos, forzados por el interés, suelen dar estos resultados. Cuando Don Juan se enteró de todo, no sabemos si por celos o porque sintió dañado su honor viril, decidió asesinar a su esposa en su casa de Los Fayos en 1571.

Los familiares de Doña Luisa clamaban venganza, en especial el conde de Chinchón, uno de los nobles castellanos más poderosos de la época. Sin embargo existían dos problemas. El primero de ellos era que Juan de Gurrea y Aragón era un Grande de España y los Grandes de España estaban en la cúspide del escalafón nobiliar, por lo que no podían ser ejecutados. El segundo problema era que la familia quería vengarse pero sin dañar el honor de la joven.

La solución fue presionar a la Inquisición para que acusara a  Juan de cometer el pecado nefando, que era como se llamaba por aquel entonces a la homosexualidad. De esta manera se justificaba la conducta de Doña Luisa y sus infidelidades no suponían una merma de su honor.

Una vez acusado por la Inquisición, nuestro protagonista huyó a Italia, fue apresado en el Milanesado y conducido a Madrid, donde fue condenado a muerte por el propio monarca y ejecutado en Torrejón de Velasco en 1573. De nada le sirvió ser un Grande de España y los grandes servicios a la monarquía que prestó su padre, Martín de Gurrea y Aragón; y es que el rey tenía predilección por los nobles castellanos, que eran vasallos más sumisos que los aragoneses.

No me digáis que en manos de una buena pluma esta historia no daría para una telenovela que sería una delicia para los amantes de los culebrones.

Santiago Navascués  Alcay.

Lcdo. en Historia por la Uni. de Zaragoza.

 

 

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