«Nadie ama a los misioneros armados», decía un lúcido Robespierre, aquel sanguinario revolucionario que guillotinó a media Francia al mismo tiempo que fue el catalizador que llevó no sólo al país galo, sino al mundo entero, a un punto de no retorno en el que nada sería igual, en el que ya no se podría mantener, por más que se intentara, aquella sociedad de privilegiados y no privilegiados, de súbditos y señores.
Desde que oí aquella frase, cuando era un bisoño estudiante de historia, por boca de uno de los mejores profesores que he tenido nunca; resuena en mi cabeza cada vez que a algún avispado alumno le cuesta esfuerzo comprender, cómo es posible la furibunda reacción del campesinado español contra los invasores franceses, que supuestamente venían a acabar con sus opresores, los señores, y a traerles la «liberté, égalité, fraternité«.
Con esta premisa os presento cómo fue la vida en Gallur en aquellos años de ocupación francesa, dando como resultado, permitidme un pequeño spoiler, la confirmación de todo lo dicho en el encabezado del artículo.
Una de las primeras cosas que hizo el ejército invasor fue intentar colocar a sus partidarios al frente del gobierno del pueblo, y es que en España durante la Guerra de la Independencia hubo una guerra civil encubierta entre los simpatizantes de los franceses por sus avanzadas ideas y porque consideraban que traían el progreso, y los adversarios que luchaban contra el invasor. La manera de colocar como alcalde a un afrancesado fue hacer votar a los galluranos únicamente entre dos candidatos de su confianza y leales a Napoleón.
A continuación se publicó una ordenanza por la cual las monjas y religiosos que residían en el convento del pueblo no podían salir del mismo ni durante el día ni por la noche. Sabían lo que hacían, puesto que el bajo clero fue uno de los principales agentes que azuzó al campesinado contra los ejércitos napoleónicos, que portaban consigo ideas peligrosas, tales como recortar privilegios a la Iglesia.
Cansado el ayuntamiento de que las tropas asentadas en la villa no pagaran la carne del pueblo que consumían, solicitó que el ejército pagara la carne al contado. La respuesta fue la petición de una lista de todos los galluranos que se levantaron en armas contra los franceses y la expropiación de las carnicerías propiedad de la Iglesia.
Después de esto, las autoridades francesas dieron a Gallur 8 días para recaudar 395 reales y 2 maravedís. En la documentación existen indicios de que a pesar de una importante subida de impuestos, no se pudo recaudar la cantidad exigida en un plazo tan pequeño, y los responsables del ayuntamiento seguramente fueron encarcelados y juzgados en Zaragoza por ello. A estos hechos siguieron nuevos nombramientos de gentes afines a su causa.
Gallur también tuvo que contribuir con sábanas y áperos, todos los caballos y yeguas sin excepción -que debían ser llevadas a Mallén-, dos carneros, 9 cántaros de vino y 24 cahíces de cebada, lo cual demuestra que los principales cultivos en el Gallur de aquel entonces eran la vid y la cebada. Como no se cumplían todas estas exigencias, se destituía desde arriba a los cargos del ayuntamiento y se nombraban nuevos hombres para aquellos puestos.
La villa también tuvo que soportar el asalto de las tropas de un guerrillero llamado «el Manco de Tauste», en el que se destruyó importante documentación, saldándose la refriega con el secuestro y asesinato del alcalde.
Por último, los galluranos tuvieron que hacer frente al traslado, por parte de los franceses, a Alagón de los pontones que servían para cruzar el río Ebro, dificultando la comunicación con la orilla izquierda, donde se encontraban los principales cultivos.
Santiago Navascués Alcay.
Lcdo. en Historia por la Uni. de Zaragoza.
BIBLIOGRAFÍA
• Blanco Lalinde, L. (1995); Historia de la Villa de Gallur, Ayuntamiento de Gallur y Diputación de Zaragoza.