Todos los 13 de mayo se produce una algarabía provocada por las gentes de Bárboles, Grisén, Cabañas, Figueruelas, Pinseque, Torres y La Joyosa, agolpadas en la romería a la ermita de Peramán, situada en el término municipal de Bárboles. Semejante barullo tiene como fin adorar a la Virgen de la Ola, que supuestamente se apareció en ese mismo lugar sobre las olas del río Jalón.
En este apartado paraje, se hallaba un castillo y un monasterio femenino, de los cuales tan sólo quedan ruinas, cubiertas en algunos de sus tramos por el follaje. Si acudimos a la documentación en la mayoría de los casos se establece como fecha de fundación del monasterio el año 1208. Eso sí, no hay unanimidad en si lo fundó Sancha de Castilla, madre del rey Pedro II, o María de Montpellier, su esposa. Para complicar más el asunto, Alfonso II, padre de Pedro II, en el año 1172 concedió el castillo y el lugar de Peramán a la abadía francesa de Fontrevault, que es la que aparece en la imagen de cabecera; en el año 1185 donó cien morabetinos para la construcción del convento; y en el año 1194 en su testamento hablaba ya del monasterio de Peramán.
Sea como fuere, era uno de los pocos monasterios que tenía en España la Orden de Fontrevault, distinguida por una serie de peculiaridades. Las comunidades de esta orden eran mixtas, estaban compuestas por hombres y mujeres, aunque como popularmente se dice, vivían juntos pero no revueltos. Cada uno de estos conventos estaba regentado por una priora y tenía dos edificios, uno para los hombres y otro para las mujeres. Los monjes se dedicaban exclusivamente a la dirección o servicio espiritual que no podían hacer las monjas, ya que éstas no pueden oficiar misas; y los votos, tanto de ayuno como de silencio, eran muy estrictos, no podían comer nada de carne.
Al contrario de lo que ocurría con la abadía fundadora de la Orden en Francia, que contaba con miles de novicias y cuyas abadesas en muchos casos eran princesas o reinas, el convento de Peramán sobrevivió como pudo. Así, fue necesaria la intervención de la abadesa Leonor de Bretaña, hermana del mismísimo rey Enrique III de Inglaterra, para salvar de la ruina al monasterio de Peramán.
A principios del siglo XIV y a pesar de la frugalidad de los vestidos y las comidas, las rentas del monasterio ni siquiera daban para proporcionar a sus miembros el alimento y el vestido básico. Ante esta situación, la abadesa Leonor desde Francia tomó cartas en el asunto y en 1313 revocó la cesión del Monte de Garrapinillos por parte del convento a Alagón. Poco después, en el año 1316 el cenobio otorgó en propiedad estas tierras al concejo de Zaragoza a cambio de 3000 sueldos jaqueses, que permitían la entrada de algo de oxígeno a las mermadas arcas y acometer las necesarias reformas del monasterio, que casi había quedado inhabitable por su estado de ruina.
Ni esto ni el posterior apoyo del rey Martín «el Humano» fueron suficientes para salvar al monasterio y al final las hermanas tuvieron que abandonarlo y fusionarse con las monjas del monasterio benedictino de Santa Inés en Zaragoza. En 1406 el cismático y aragonés papa Luna, que acabó recalando en Peñíscola, concedió una bula que confirmaba la unión de ambos monasterios y en ese mismo año el cenobio de Peramán cedió su señorío a la familia de los Jiménez Cerdán.
En la segunda mitad del siglo XV y en el transcurso de un enfrentamiento con la ciudad de Zaragoza, el lugar fue quemado y completamente arrasado, cosas del medievo. Ese fue el fin del edificio.
Santiago Navascués Alcay.
Lcdo. en Historia por la Uni. de Zaragoza.
BIBLIOGRAFÍA
• Barlés, E. (2005); «Monasterios femeninos olvidados: Peramán y Santa María la Real», en Hermoso Cuesta, M. y Vázquez Astorga M. (cord.), Comarca de Ribera Alta del Ebro.