EL GALLUR DE LAS TRES CULTURAS

Es un tópico extendido que durante la Edad Media convivieron en España las tres culturas: el cristianismo, el islam y el judaísmo. No deja de ser eso, un tópico, ya que por aquel entonces no existía la tolerancia religiosa. Sería mucho más exacto decir que las tres culturas coexistieron tanto en Al-Andalus como en los reinos cristianos. Es decir, que como popularmente se dice: vivieron juntos pero no revueltos. Y ahora ya, hechas las preliminares aclaraciones, vayamos al quid de la cuestión, que no es otro que cómo era la coexistencia entre las diversas confesiones religiosas en Gallur y los pueblos de alrededor.

En diciembre del año 1118 el rey aragonés Alfonso «el Batallador» conquistó a los musulmanes la ciudad de Saraqusta -actual Zaragoza-. Para mantener la plaza era vital asegurar los pueblos ribereños, entre los que estaba Gallur, tarea a la que se dedicó durante el año 1119. Al incorporarse todos estos nuevos territorios al reino de Aragón, urgió tanto recompensar con la concesión de tierras y señoríos a los que participaron en las conquistas, como conseguir que se fuera el menor número de gente posible, ya que de nada servía gobernar territorios vacíos.

Alfonso «el Batallador» a la vez que fue magnánimo con la población musulmana de sus nuevos territorios, permitiéndoles quedarse conservando su religión y costumbres; hizo numerosas cesiones de tierras a sus caballeros. El resultado fue que tan sólo abandonaron el lugar los gobernantes y las élites musulmanas. El grueso de la población musulmana se quedó y pasó a ser gobernada por unos nuevos señores cristianos. Pilar Pérez Viñuales cotejando el censo de las Cortes de Tarazona de 1495 descubrió, tal y como aparece en el libro Comarca de Ribera Alta del Ebro, que:

En Luceni hay cincuenta y dos fuegos, de ellos, uno es cristiano y cincuenta y uno musulmanes; en Pedrola de un total de ochenta y siete fuegos, treinta y ocho son cristianos y cuarenta y nueve musulmanes; en Figueruelas hay veinticinco fuegos, de ellos, doce son cristianos y trece musulmanes; en Pinseque contamos con treinta y cuatro fuegos, tres son cristianos y treinta y uno musulmanes. La localidad de Alcalá de Ebro da un total de cincuenta fuegos, todos ellos musulmanes. Lo mismo sucede en Cabañas de Ebro con treinta y seis fuegos, en Pleitas con once fuegos o en Sobradiel con veintisiete fuegos, todos musulmanes.

No son de extrañar estos números si tenemos en cuenta que el valle del Ebro junto con el del Guadalquivir fueron las dos zonas más pobladas de Al-Andalus, y que a la mayor parte de la población lo mismo les daba ser gobernadas por unos señores que por otros. Hay pueblos de la zona en los que la totalidad de sus habitantes son mudéjares -nombre que se dio a los musulmanes que vivían en los reinos cristianos-. En el capítulo del libro Comarca de Ribera Alta del Ebrotitulado La convivencia de las tres culturas: cristianos, musulmanes y judíos, y redactado por Pilar Pérez Viñuales, la autora no dice nada acerca de la población mudéjar de Gallur.  Esto me hace pensar que o bien no se nombra a Gallur en el censo de las cortes de Tarazona del año 1495, lo cual sería extraño; o bien no había población mudéjar en Gallur o si la había, no suponía un número significativo. No es el único pueblo que Pilar no nombra y para salir de dudas tendría que consultar yo mismo el censo de esas cortes. De momento es una tarea pendiente.

Aun con todo, sospecho que en Gallur habría pocos mudéjares porque, por muy generosos que fueran los conquistadores permitiéndoles quedarse conservando su religión, se trataba que no habitaran los lugares de marcado carácter defensivo y Gallur lo era. Gallur era un enclave estratégico de primer orden que defendía las fronteras del reino con Navarra y desde su castillo situado en las alturas, donde hoy se encuentra la iglesia del pueblo, se dominaba toda la orilla derecha del Ebro hasta llegar a Zaragoza. El otro gran bastión de la zona era el Castellar, situado frente al actual Torres de Berrellén, que aseguraba el control de las minas de sal y de la orilla izquierda del Ebro.

Alfonso era un rey mesiánico que creía que tenía una misión divina, la de extender el cristianismo por las armas. Por eso cuando murió sin descendencia se le ocurrió el disparate de legar su reino a las órdenes militares, monjes guerreros que añadieron a los votos tradicionales de castidad, pobreza y obediencia, un voto de armas con el que combatían al infiel.  Era una decisión acorde con la política de todo su reinado de conceder un gran número de señoríos a las órdenes militares. Pero era ir demasiado lejos. Nunca se cumplió el testamento real, aunque sirvió de inspiración a sus compañeros de armas que compartían sus ideales, a los que cedió un gran número de tierras. Varios de ellos al morir sin descendencia, hicieron como el rey y donaron sus posesiones a las órdenes militares.

La consecuencia de todo esto es que la zona se llena de órdenes militares, algunas de ellas incluso compran señoríos, pueblos enteros. Esto hace que el territorio este muy militarizado, lo que evita incursiones y razias sarracenas, pacífica la región y tranquiliza a los moradores de estas tierras, facilitando que se asiente más población. Así, la encomienda de la Orden del Temple de Novillas se expandió a tierras galluranas, disfrutando los templarios del dominio de la villa hasta que en el año 1280 su castillo paso a manos de la orden de los hospitalarios.

Tanto cristianos, como judíos y mudéjares eran vasallos o bien de la encomienda de turno, o del señor del lugar, o del rey; y tenían que someterse a las disposiciones y a la autoridad de sus legados, además de contribuir a sufragar sus rentas. Estos pueblos iban de mano en mano, cambiando de señores según los intereses económicos y las compra-ventas de los mismos. Todos estaban bajo su autoridad pero vivían en diferentes barrios y tenían sus propias asambleas y cargos. La asamblea de los vecinos cristianos era el concejo, la de los mudéjares la aljama y la de los judíos la aljama también. El concejo cristiano se reunía en la iglesia, la aljama mudéjar en la mezquita y la aljama judía en la sinagoga.

Entre los diferentes cargos de la aljama mudéjar se encontraban el alamínque servía de intermediario entre el señor y la comunidad mudéjar; el alfaquí, con función religiosa y notarial; el alcaide, que aunque solía ser cristiano no siempre lo era; y el zabacequía, que se encargaba de la vigilancia y el buen uso de los regadíos.

Los cargos de la aljama judía eran los tres adelantados, que se elegían cada año, gobernaban la comunidad y organizaban las reuniones; el clavario, que recaudaba los impuestos; y el procurador, que representaba a la comunidad judía.

Tampoco se dedicaban a lo mismo. Los judíos se ocupaban de los negocios y profesiones liberales, eran zapateros, carniceros, cirujanos y algunos de ellos tenían tierras. Los mudéjares eran alfareros y en su mayoría campesinos que soportaban el mayor peso de las rentas reales y señoriales. Algunos de ellos eran maestros de albañilería y llevaban una vida itinerante, ya que se puso de moda el estilo arquitectónico mudéjar, que se basa en la utilización del ladrillo y la cerámica como elementos de construcción. Esto permitía construir mucho más rápido y barato en una tierra con escasez de buena piedra pero con mucho barro.

La mayoría de las localidades al tener población cristiana, mudéjar y judía era como si tuvieran tres ciudades en una, organizadas cada una de ellas a su manera y con sus propios intereses.

 Santiago Navascués Alcay.

Lcdo. en Historia por la Uni. de Zargoza.

 

BIBLIOGRAFÍA

• Pérez Viñuales, P. (2005); «La convivencia de las tres culturas: cristianos, mudéjares y judíos», en Comarca de Ribera Alta del Ebro.

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