¿Alguna vez os habéis preguntado por el origen del nombre de nuestros pueblos? Con ellos ocurre como con la procedencia de los apodos familiares, que puede resultar fascinante descubrirla, un cajón lleno de sorpresas. Pues bien, es la toponimia, una ciencia auxiliar de la historia, la que se encarga de averiguarlo.
El nombre de la disciplina deriva de la unión de dos vocablos griegos: tópos -lugar- y ónoma -nombre-, y surgió a finales del siglo XIX coincidiendo aproximadamente con el nacimiento de la ciencia histórica. Desde entonces ambas especialidades han sido inseparables.
La toponimia hace un trabajo detectivesco no exento de dificultades. Algunos topónimos están compuestos de términos perfectamente legibles y comprensibles en nuestro actual castellano y entonces sólo cabe preguntarse el porqué se decide adoptar ese nombre. Tal es el caso de Villarquemado. Sin embargo a veces nos encontramos con palabras que no coinciden con ninguna de nuestro idioma, y ahí tenemos que plantearnos cuál era el nombre original y cómo ha ido evolucionando según ha ido cambiando nuestra lengua; o si el topónimo fue colocado por alguno de los muchos pueblos, con un lenguaje diferente al nuestro, que poblaron nuestras tierras.
Otras denominaciones nos informan de accidentes geográficos que hoy en día ya no están o de hechos históricos y costumbres que desconocemos, pues en la naturaleza todo fluye, todo cambia; y no todos hechos y costumbres quedan registrados en las fuentes con las que trabajamos los historiadores.
Se trata de un viaje apasionante y en palabras de March Bloch, uno de los padres de la disciplina:
Los nombres de los pueblos sirven para recorrer la línea de los tiempos en sentido inverso. Sus topónimos reflejan la flora, la fauna, las topografías e hidrografías de la antigüedad; trazan contornos borrosos de viejos hatos, pueblos y caseríos; proyectan patrones de colonización y de explotación de la tierra; reafirman diluidas herencias y persistencias indígenas; y exhuman remotos colonizadores para revelarnos su hablar, sus costumbres, sus imperativos, sus devociones, y por qué no, sus mentalidades.
La intervención de esta ciencia en nuestra comarca Ribera Alta del Ebro ha revelado el origen del nombre de muchas de nuestras localidades. Hoy os presentamos los casos de Luceni y Boquiñeni.
Por su nombre sabemos que Luceni es un municipio muy antiguo que en época de los antiguos romanos ya estaba allí. En el lugar debía de haber una gran familia de terratenientes cuyo fundador sería un tal Lucius o Lucianus y por ello en época medieval nos lo encontramos en los documentos nombrado como Lucenich, Lucernich o Lucernique. De ahí el actual topónimo de Luceni.
En el caso de Boquiñeni hay discrepancias. Puede que en época antigua existiera un gran personaje llamado Bucco, Buccio o Buccinius; o que el topónimo se deba a un personaje medieval llamado Abü Kinani.
Continuaremos desvelando el origen de los nombres de muchos más pueblos de nuestra comarca.
Santiago Navascués Alcay
Lcdo. en Historia por la Uni. de Zaragoza.
BIBLIOGRAFÍA
• BLOCH, M. (1978); La Historia Rural Francesa, Editorial Crítica, Barcelona.
• Urgel Masip, A. (2005); «La toponimia de la comarca de la Ribera Alta» en Hermoso Cuesta, M. y Vázquez Astorga, M. (cod.); Comarca de Ribera Alta del Ebro, Gobierno de Aragón.