Hoy se cumple la efeméride de la inauguración del cementerio nuevo de Gallur en el año 1965 con una ceremonia en la que el párroco de la localidad bendijo el interior del recinto, sus paredes y la puerta, rociando con un hisopo agua bendita. No obstante, el treinta y uno de octubre de ese mismo año se enterró la última persona en el cementerio viejo y no fue hasta el cuatro de noviembre cuando se estrenó el cementerio nuevo.
Todos estos datos los sabemos gracias a un libro de crónicas que otro gallurano, amante de su pueblo, nos dejó para conservar retazos de la historia de nuestra villa. Nos referimos a Don Gregorio Larroy García, que el 1 de enero de 1900 comenzó a anotar todas aquellas noticias que él consideraba relevantes. Por nuestra parte es obligado reiterar nuestro más profundo agradecimiento a Juan Zaldívar y Rosa Sierra por facilitarnos el acceso a este libro y por custodiarlo con tanto mimo, ya que tan buen servicio está prestando a nuestro Centro de Estudios.
Aprovecho este acontecimiento como escusa para escribir unas líneas acerca de los enterramientos de nuestra villa.
Durante la Edad Media y Edad Moderna, como ocurría en todas partes, los cadáveres se sepultaban en la iglesia o en torno a ella -en algunos lugares de Europa aún se conserva esta tradición y es habitual encontrar cementerios junto a las iglesias-. Siempre ha existido un macabro mercadeo de la muerte pero en aquella época la beneficiaria de éste era la Iglesia. Era costumbre pagar una serie de misas al difunto y según el lugar donde se ubicara la sepultura, se desembolsaba una mayor o menor cantidad de dinero. En los testamentos de aquellos años se llegaba a disponer que los familiares no heredaran si no se hacían un determinado número de misas al testador cuando muriese. La gente adinerada desembolsaba ingentes cantidades de dinero para enterrarse lo más cerca del altar posible e incluso se construían capillas, además de costearse un gran número de misas y plañideras que a cambio de unas monedas fingían duelo por el difunto. Cuántas más misas, más fastuosa fuera la capilla y más cerca estuviera la tumba del altar, más cerca estaba la salvación. Los pobres tenían que conformarse con enterrarse en el cementerio aledaño a la iglesia y con que sus familiares con mucho esfuerzo sufragaran unas cuantas misas.
La Iglesia de Gallur conserva restos de estas viejas tradiciones, hablándonos José Carlos Sancho Bas y Pedro Luis Hernando Sebastián en aquel libro del CESBOR titulado Gallur. Patrimonio artístico religioso, de una lauda sepulcral del año 1665 en honor al doctor Villanueba, que costeó la construcción de una antigua capilla a la Adoración de los Reyes Magos, que actualmente se encuentra en una dependencia del trasaltar casi oculta por los calajes de la sacristía, y que dice así:
«AQUÍ IACEN EL DOR / DIONISSYO VILLANUEBA / Y SU MUGER HIPOLITA/ DE OLITE, FUNDADOR / ES DE ESTA CAPILLA. M/ URIO AQUEL A 29 D MA / RCO DE 1651 Y LA DICHA / A 27 DE JUNIO DE 1664. HI / ZOSSE ESTA OBRA EN 28 DE JULIO DE 1665. / Y SIENDO PRIMER CAP / ELLAN MOS. JOSEF DE GA / ÑARUL».
Como es habitual, a finales del siglo XIX -no sabemos el año exacto- se construyó el cementerio viejo fuera del núcleo poblacional. Tras una larga mañana consultando el archivo municipal y descubriendo que no había ninguna noticia acerca de la fundación del cementerio viejo, me dirigí a ojear el archivo parroquial y allí, aunque no encontré la fecha exacta de su fundación, constaté un hecho: que el último testamento en el que el testador dispone ser enterrado en el cementerio de la iglesia data del año 1896 y que el primer testamento en el que se nombra al cementerio de la villa es del año 1899. De aquí pueden desprenderse dos conclusiones: que por lo menos hasta el año 1896 siguió funcionando el cementerio de la iglesia y que en el año 1899 ya tenemos operativo el cementerio de la villa.
Por la documentación obtenida en el archivo municipal sabemos que este cementerio fue restaurado en el año 1935 durante la Segunda República y que el nuevo se inauguró en el año 1965. En el año 1987 se emitió un comunicado en el que se advertía a la población de que se había decidido llevar a cabo la clausura total del cementerio viejo, el traslado de los restos existentes al cementerio nuevo; y que pasados tres meses, los restos inhumados del cementerio viejo que no hubieran sido llevados por sus familiares al cementerio nuevo, serían desalojados y ubicados allí en una fosa común.
Santiago Navascués Alcay.
Lcdo. en Historia por la Uni. de Zaragoza.
BIBLIOGRAFÍA
• Sancho Bas, J.C., y Hernando Sebastián, P.L.(2004); Gallur. Patrimonio artístico religioso, Centro de Estudios Borjanos, Institución Fernando el Católico, Zaragoza.