Gracias a nuestra colaboradora, Carmina Gascón, hemos tenido noticia de que en el diario de prensa Correspondencia de Valencia del 27 de octubre de 1932 se informó de un suceso rocambolesco relacionado con la alcaldesa gallurana, María Domínguez. Nos referimos al bulo que circuló por la ciudad de Zaragoza de que María había sido objeto de un atentado terrorista. Aunque pueda parecer una chanza, todo vino provocado por una fotografía que salió mal.
Según el testimonio del periódico, nuestra alcaldesa, que por aquel entonces contaba con 40 años, fue a Zaragoza para ser entrevistada por el Heraldo de Aragón. Ella se hospedó en la calle Real, número 81, donde recibió a Paco Martínez, redactor gráfico del Heraldo de Aragón. Este le pidió permiso para “tirarle un placa”, expresión que en la época venía a significar “tomar una fotografía”.
Tomarse una foto en aquella época era mucho más aparatoso que en la actualidad. Si ven la imagen que encabeza el artículo, verán junto a la cámara una placa donde quedaba impresa la fotografía que después había que revelar. De ahí la expresión, que hoy en día ha quedado en desuso, de tirar una placa.
Al efectuar el primer disparo de magnesio (el flash de la época), saltó una chispa que prendió la cámara, estallando y provocando una fuerte explosión que se escuchó en gran parte de Zaragoza y rompió un buen número de cristales. ¡Poca broma!
Afortunadamente nuestra alcaldesa resultó ilesa y tan sólo resultó herido de levedad el hijo de la dueña del inmueble. Pero la gente, muy dada a echar volar la imaginación, creyó que se trataba de un atentado e incluso que tuvo lugar en un depósito de bombas. Enseguida se arremolinó un buen número de policías en el lugar hasta que se aclararon los hechos.
A los dos días el periódico publicaba con cierta sorna el siguiente poema:
En Gallur una mujer
es excelente alcaldesa;
y aclarar es menester
este punto que interesa.
No es la mujer del alcalde.
Es “el alcalde” ella misma.
La aclaración no es en balde
si ha de evitarse un sofisma.
Es decir que esta señora
preside el Ayuntamiento,
cosa no vista hasta ahora
jamás en el firmamento.
Y es agraciada, además,
aunque un tanto varonil.
Guapa, vista por detrás.
De frente, un guardia civil.
A Zaragoza ha llegado
tal señora el otro día,
y ha sufrido un atentado
cuando menos lo creía.
La quisieron retratar.
Pero en esta operación
el magnesio de alumbrar
produjo enorme explosión.
Sin desgracias, por fortuna.
Cosa de cinematógrafo,
voló hasta casi la luna
la máquina del fotógrafo.
La varonil alcaldesa
se desmayó, de contado.
Pero aclarar me interesa
que salvó del atentado.
Ya en Gallur está otra vez
con su esposo don Nemesio
que creó que allí es el juez.
¿Y el atentado? ¡Pardiez!
Fue un atentado… ¡¡al magnesio!!
Lo primero que llama la atención a la hora de evaluar la redacción es el tratamiento que se da a la alcaldesa. Sobre su persona se llega a decir en la noticia, cito textualmente:
“Es agraciada y de aspecto varonil, y por su talento y energía se destaca como algo extraordinario entre su sexo”.
Nada importan sus méritos y su labor como alcaldesa, tan sólo que es alcalde y mujer. Se desprende de este texto que las mujeres no tienen ningún talento y que ella es la excepción que confirma la regla y por eso se resalta constantemente su masculinidad. De acuerdo a la mentalidad machista imperante de la época, como una mujer no puede tener talento ni carácter; si lo tiene, es porque es muy varonil.
Por último, se insiste, tanto en la noticia como en el poema, con que es la primera alcaldesa de nuestro país. Dato que no es cierto, ya que antes que ella, en 1924, Matilde Pérez Mollá –durante la dictadura de Primo de Rivera– fue nombrada alcaldesa de Quatretondeta. Nadie le podrá quitar el honor, sin embargo, de ser la primera alcaldesa de España nombrada en una democracia. Es curioso, no obstante, que a pesar de este hecho, María Domínguez haya trascendido como la primera alcaldesa de nuestro país y que ya en su propia época fuera tratada de tal en un diario valenciano, lo cual demuestra lo que impactó a nivel nacional su nombramiento, que hizo olvidar a la anterior y que fuera conocida en todo el país. Y es que nuestra protagonista era mucho más que una alcaldesa, era una columnista insaciable y una intelectual de talla nacional.
Santiago Navascués Alcay.
Lcdo. en Historia por la Uni. de Zaragoza.