COLOQUIO BATURRO, UN LIENZO DE JOAQUINA ZAMORA PINTADO EN GALLUR.

Coloquio Baturro
Pareja de baturros o coloquio baturro, 1917, óleo sobre lienzo (136 x 155 cm), Diputación de Zaragoza

     Aragón, al igual que otras regiones españolas, comenzó su andadura en el siglo XX interrogándose por su propia esencia. Frente a un siglo XIX en el que los pintores aragoneses asumieron de manera directa las enseñanzas del academicismo madrileño (el cual estaba muy influenciado a su vez por el parisino), la nueva generación de creadores que trabajaron después de 1898 buscó en sus gentes y en sus paisajes su fuente de inspiración. El arte de Zuloaga, Sorolla o Darío de Regoyos actuó a modo de faro para artistas locales como Ángel Díaz Domínguez, Francisco Marín Bagüés, Juan José Gárate o Joaquina Zamora. Así lo analizó Alberto Castán en su tesis sobre la pintura regionalista aragonesa.

     Joaquina Zamora nació en Zaragoza en 1898, estudiando pintura junto al maestro Enrique Gregorio Rocasolano. Fue becada en 1924 por la Diputación de Zaragoza para estudiar pintura en Madrid, pensión que se prolongó durante cuatro años. Participó en su primera muestra colectiva en 1919, y en 1933 en su primera individual en el Casino Mercantil zaragozano. Dedicó su vida a la docencia del dibujo y la pintura, falleciendo en 1999 poco antes de cumplir 101 años. Este lienzo fue entregado por la artista a la Diputación de Zaragoza cumpliendo con las exigencias de la pensión que esta institución le había concedido.

     De gran interés para comprender el contexto de la producción de esta obra, resultan las palabras del publicista Bonifacio García Menéndez, quien relataba en Heraldo de Aragón cómo hacia 1917 había visitado Gallur por primera vez y había contemplado este cuadro:

     La primera vez que visité Gallur, por allí el año 1917, fue a conocer el cuadro que sobre modelo del natural había pintado Joaquina Zamora con el título Coloquio baturro. Entonces esta villa era uno de esos pueblos aragoneses que no se distinguían más que por el método excepcional de sus frutos, de los tipos característicos, y por alguna anécdota que algunas veces era agradable y otras repulsiva. (…) Lo que había era eso, el cuadro de la pintora que embelesada reflejaba sobre el lienzo a dos figuras que eran la representación de aquellas gentes antiguas que se acomodaban a vivir en el localismo, teniendo por mayor distancia la de ir a la capital por lo menos en el mes de octubre para las fiestas del Pilar.

     Zamora acudió a Gallur a inmortalizar sus gentes como otros pintores visitaron el resto de la geografía aragonesa. Viladrich pintó escenas en Fraga, Julio García Condoy en el Bajo Aragón, Francisco Marín Bagüés en Leciñena. Pero además Ignacio Zuloaga estuvo en Alquézar, Sorolla retrató a gentes del valle de Ansó e incluso pintores franceses atravesaron el Pirineo para representar a los habitantes de los pueblos de la montaña como Henry d’Estienne.

Trajes del Valle de Ansó y La Jota, Joaquín Sorolla, 1914.

     El lienzo que aquí se presenta tiene el interés de ser uno de los primeros trabajos de la artista. Ella misma así lo señaló, y según Alberto Castán constituye “la más ambiciosa incursión de Zamora en el ámbito del regionalismo plástico. Demuestra en ella su conocimiento de la pintura española del momento, pero también las posibilidades de un nuevo modo de acercarse a la realidad más acorde con las premisas de los nuevos realismos.” Aparece firmado por la pintora en la esquina superior derecha. Nos muestra a una pareja ataviada con el traje regional zaragozano, sentada en torno a una mesa. Sobresale la buena composición de las figuras, que denota el dominio del dibujo por parte de la artista desde una edad tan temprana. Además, la utilización de grandes masas de color remite a la plástica de maestros como Zuloaga o Pablo Uranga. Joaquina Zamora a través de este lienzo demuestra la buena formación pictórica que ha recibido, además de su talento para hacer propias las enseñanzas de los grandes maestros de la pintura española. Tal es el caso de la utilización de fondos neutros sobre los cuales las figuras se recortan, a la manera de la pintura española del Siglo de Oro.

     Posteriormente, la artista iría alejándose relativamente de este regionalismo tan purista, para ejecutar una prolija pintura de paisajes, así como de retratos de personalidades del mundo político, artístico e intelectual de la segunda mitad del siglo XX.

BIBLIOGRAFÍA

• Castán Chocarro, A., Señas de identidad. Pintura y regionalismo en Aragón, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 2016.

• Lomba Serrano, C., La  plástica contemporánea en Aragón (1876-2001), Zaragoza, Ibercaja, 2002.

 

Guillermo Juberías Gracia

Personal investigador FPU

Departamento de Historia del Arte, Universidad de Zaragoza

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