Entre 1833 y 1840, España vivió una guerra dinástica, civil y con presencia internacional: la Primera Guerra Carlista. En ella se enfrentaron dos grandes proyectos políticos para el Estado: el liberal, representado bajo la bandera de Isabel II, y el carlista, bajo la bandera de Carlos María Isidro. Aragón fue uno de los escenarios donde con mayor intensidad se vivió la guerra e inmediata posguerra. Más allá del frente y de grandes batallas como las de 1837 y 1838 -Huesca, Barbastro, Villar/Herrera de los Navarros, Cinco de Marzo en Zaragoza, Maella- y la gran ofensiva de Espartero contra Cabrera entre 1839 y 1840, hubo conflictos y violencias en las retaguardias.
El valle del Ebro fue una zona de predominio isabelino, liberal, frente a un sur de Aragón -Maestrazgo y Bajo Aragón esencialmente- bajo dominio carlista. Además, el río ejercía como barrera natural frente a los ataques. Protegía a los pueblos de la margen derecha de los ataques de las columnas carlistas navarras mientras que a los de la margen izquierda los protegía de las incursiones de las partidas carlistas de Ramón Cabrera, el cual se enseñoreó de las zonas al sur del Ebro desde 1837. En aquellos tiempos el río se podía cruzar en Aragón por el Puente de Zaragoza, por vados naturales en caso de estiaje, o bien mediante barcas que se establecían en pueblos ribereños como Gallur, Mallén o Sástago. El miedo a verse invadidos y saqueados por las tropas carlistas impulsó acciones milicianas contra algunos de estos puntos, como por ejemplo el incendio de la barca y la villa de Sástago en enero de 1837 por parte de las Milicias Nacionales de Pina, Gelsa y Velilla de Ebro. En el caso de Gallur, se tiene noticia de que las autoridades retiraron las barcas del Ebro en agosto de 1836, impidiendo de esa manera que la expedición carlista de Basilio García -que había atacado Soria- pudiera regresar a su refugio en Navarra.
Durante el periodo bélico, mucha población se puso sobre las armas, ya fuera como soldados reclutados para el Ejército isabelino, alistados en la Milicia Nacional -de tendencia liberal, muchas veces exaltada- o en las partidas carlistas. Junto a ello, la multitud de ceremonias cívicas desplegadas por las autoridades para ganar la adhesión de la población o el aprendizaje político que supusieron las elecciones municipales y a oficiales de la Milicia por sufragio universal masculino -desde el triunfo de la Revolución de 1836 y la posterior Constitución progresista de 1837-, configuraron una población altamente politizada y movilizada, tanto en medios urbanos como rurales. En la provincia de Zaragoza, más de un centenar de pueblos tuvieron conflictos socio-políticos esos años. Gallur no fue una excepción.
Cuando el 15 de junio de 1834 se celebraba en Gallur con “iluminación general y alegres músicas” la promulgación del Estatuto Real y la convocatoria de Estamentos -Cortes- por parte de la Reina Regente María Cristina, nada hacía sospechar que la guerra recién iniciada se prolongaría tantos años y que en su curso, España volvería a ser constitucional mediante una revolución, ni que Gallur y sus habitantes tendrían un papel en ello. Un gallurano, de familia infanzona, llegó a ser alcalde de la cercana Tauste. Me refiero a Ramón Ortega, el cual estuvo envuelto en numerosos conflictos políticos, acusado de fraudes electorales ante el gobierno provincial, entre 1835 y 1842. Con la Constitución de 1837, en vigor hasta 1843, 95 galluranos podían votar para elegir diputados y senadores; mientras que, con la repuesta Ley de Ayuntamientos de 1823, 214 vecinos -de 1015 habitantes- podían elegir a los concejales y alcalde.
La instauración de un sistema representativo no fue suficiente para evitar conflictos en una sociedad dividida, politizada y movilizada. Así pues, en la tarde del 25 de febrero de 1840 un motín sacudió Gallur. Un nutrido grupo de jornaleros “insultaron y ultrajaron escandalosamente” al concejal Manuel Zaldíbar, regidor primero de la villa. Entre los implicados se encontraban Santiago Bueno, Antonio Bueno, Pascual Navarro, Joaquín Zalaya menor, Paulino Frías, Simón Zalaya, Tomas Lezcano, José Lezcano, Calixto de Gracia, José Bueno, Manuel Loyoza, y Santiago Bueno. Esos doce vecinos, identificados por la autoridad, fueron apresados y conducidos a la cárcel del municipio. El alcalde dio parte de lo sucedido tanto al alcalde de Borja -que ejercía de subdelegado de seguridad pública- como al jefe político de la provincia de Zaragoza, para que se instruyese causa por la insubordinación de dichos vecinos contra la autoridad local.
Por el momento, no conocemos las causas de los altercados, pero se podrían aventurar varias hipótesis, todas ellas factibles a la vista de la tipología de conflictos similares en otras localidades de la provincia en la misma época. La fecha del motín es a comienzos de 1840, cuando la guerra carlista estaba llegando a su fin y muchos combatientes carlistas habían sido indultados por el gobierno. Estos, a su regreso a sus pueblos se reintegraron como ciudadanos de pleno derecho -aunque vigilados-, lo cual supuso un “shock” a los liberales que les habían combatido, defendiendo precisamente los derechos y libertades ciudadanas y originándose conflictos, como sucedió en Épila en 1841. ¿Es posible que aquellos jornaleros galluranos fueran ex combatientes carlistas contrarios al ayuntamiento liberal de 1840? Otra hipótesis es pensar que, al igual que en Mallén en 1837, esos jornaleros fueran exaltados liberales que se veían marginados de la participación política por una autoridad local moderada, y que el amotinamiento fuese su única posibilidad de denunciar la represión del ayuntamiento. Y finalmente, otra opción, perfectamente compatible con las dos anteriores, es que existiera un conflicto socioeconómico puntual, y que el regidor Zaldibar -propietario- tuviera problemas con unos jornaleros que no disfrutaban de unas adecuadas condiciones laborales. Resta una investigación en profundidad para arrojar luz sobre todo este asunto.
Daniel Aquillué.
Doctor en Historia de la Univ. de Zaragoza.
BIBLIOGRAFÍA Y FUENTES
AQUILLUÉ, Daniel: “Entre burgueses de levita, milicianos empoderados e ilusiones liberales”, en PEIRÓ, Ignacio y FRÍAS, Carmen (coord.): Políticas del pasado y narrativas de la nación. Representaciones de la Historia en la España contemporánea, Zaragoza, Prensas de la Universidad de Zaragoza, 2016.
CEAMANOS LLORENS, Roberto: Del liberalismo al carlismo. Sociedad y política en la España del siglo XIX. General Jaime Ortega y Olleta. ARCHIVO PERSONAL, Diputación Provincial de Zaragoza, Zaragoza, 2002.
La Revista Española, 2 de julio de 1834, núm. 256.
Eco del Comercio, 25 agosto 1836, núm. 848.
Archivo de la Diputación Provincial de Zaragoza, Fondo Gobierno Político, Vigilancia.